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La aceptación de uno mismo –con todas las imperfecciones que tengamos- es la condición de la posibilidad de todo cambio y consiste en aprender a mirar (se) de otra manera. 

Si persistes con esa constancia de la que haces gala lograrás malograr tu vida. Ten en cuenta que una buena depresión, una baja autoestima… está a la mano de cualquiera. Para empezar, sigue repitiendo como un mantra ese pensamiento negativo que tanto te gusta hasta que, finalmente, lo hagas realidad: “yo soy una persona muy difícil para que me puedan querer”, “si elijo ser feliz algo saldrá mal”, “soy un mal padre”, “soy una mala madre, “soy un desastre en todo”….

Acabarás sufriendo, en parte, un poco de manera gratuita; acabarás teniendo malhumor casi siempre, agotado, acabarás teniendo un gesto agrio, construyendo un entorno tenso, agresivo… lo cual te llevará a aumentar tus sentimientos negativos que contribuirán a tensionar un poco más el entorno que te rodea. No es fácil pero se puede conseguir con un poco de entrenamiento y disciplina. Rechaza de plano considerar otra posibilidad. Tú sabes bien (tú mejor que nadie) que no existe nada positivo en ti. ¿Y quién puede conocerte mejor que tú? ¡Psicólogos…!

Pero, es verdad, que este tipo de creencia (falsa) no aparece porque sí. Es probable que la vida de estas personas no sea fácil, que tengan un sentimiento profundo de fracaso personal, que vislumbren un horizonte ceniciento, que se vean a sí mismos como personas incompetentes, desagradecidas, culpables… Y que todo esto no haya surgido por casualidad, ni de la noche a la mañana. Ya sabemos que hay vidas que han sido y que son difíciles. Y sabemos que para algunas personas sus más íntimas expectativas, en parte, se han visto frustradas. En verdad, el fracaso y la frustración forman parte inevitable de nuestras vidas. Relativamente.

¿Es posible hacer algo para que esta situación se pueda entender de otra manera y pudiera tener salida? A veces, sí; a veces, no. Para empezar creo que hay que tener la convicción firme de que todas las personas tienen los recursos para encontrar sus propias soluciones. Creer esto es creer en su competencia y en la libertad para que decidan su futuro, aunque ciertamente no de manera absoluta. Confiar en ellas. Sin condiciones. Y más allá de las herramientas que tienen los profesionales de la intervención terapéutica, más allá de nuestra “supuesta” sabiduría para ayudar a los demás, está la construcción de una alianza entre el paciente y el terapeuta que se basa fundamentalmente, en mi opinión, en una afirmación de la voluntad del otro para elegir su camino. Si en ese camino se cuenta contigo como profesional entonces tú puedes colaborar en la tarea de encontrar soluciones; si no, lo más honesto es callar y aceptar. No se puede (ni se debe) “salvar” a nadie a la fuerza.

La aceptación de uno mismo –con todas las imperfecciones que tengamos- es la condición de la posibilidad de todo cambio y consiste en aprender a mirar (se) de otra manera. Los resultados los percibiremos antes en las conductas de los demás que en la nuestra. Probablemente, en muy poco tiempo, nos digan: “te encuentro raro”, “distinto”, “te veo mejor pero no sé en qué…” Y no será necesario hacer grandes revoluciones ni tomar decisiones drásticas. Los cambios verdaderos son lentos y casi inapreciables, no se avisan con trompetas.

No soy ya tan joven para creer que la voluntad lo puede todo, ni tan viejo para pensar que todo nuestro destino está escrito y es inútil cualquier intento por modificarlo. La elección de estar de otro modo en el mundo, de vivir de otra manera, no es un mero voluntarismo adolescente, ni es fácil ni es sencilla pero -en mi opinión- es posible.  Con todas las prevenciones y dificultades que usted quiera.

Y todo esto vale para nosotros mismos y, también, para lo que hacemos con las personas que nos rodean, hijos incluidos. Porque si sigues jugando en el campo de juego que conoces obtendrás las respuestas que ya conoces. Te sentirás más seguro y, quizás, más fracasado.

 

www.psicoterapiajerez.es

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