Muchas veces me pregunto por qué la gente no lee; será por no haberlo visto en casa, por haber leído los libros equivocados quizás, por falta de interés... Es un misterio.
Hace unas semanas estuve unos días en Barcelona visitando a una amiga. Al margen de las maravillas de una ciudad que no conocía, me sorprendió la cultura que se respira allí. Hay librerías casi en cada calle, librerías que no son sólo eso sino punto de encuentro cultural y literario, donde se hacen reuniones, tertulias y presentaciones, donde los libreros ejercen su función; casi todo el mundo va leyendo en el metro y es habitual encontrar gente solitaria en las cafeterías con un libro en mano.
Viniendo de una provincia, y en general una comunidad, en la que (creo que podemos permitirnos ser sinceros en esto) no se lee mucho, donde la literatura queda relegada a los raros, pedantes y solitarios, y donde, cuando voy con mi libro dispuesta a pasar un rato sola a una cafetería, me miran con extrañeza, me supuso una especie de (dramatizando) choque cultural. Muchas veces me pregunto por qué la gente no lee; será por no haberlo visto en casa, por haber leído los libros equivocados quizás, por falta de interés... Es un misterio.
Esta semana hablaba de ello con una conocida, ya septuagenaria, una mujer culta y muy viajada, y me decía que “la culpa la tienen las pantallas ésas”. Y sí, puedo ver que parte de culpa la tiene la tecnología, pero tampoco creo que sea tan simple. Una de las razones que siempre se argumentan es que los libros obligatorios del colegio no son atractivos, pero aun así vemos que muchos de nosotros nos enganchamos a la lectura en ese período y a pesar de ello.
Para mí, según lo que voy viendo y aprendiendo, es una combinación de muchos factores: la educación familiar, el círculo en el que creces, los profesores que tienes e incluso los amigos que haces cuando eres niño, los libros que caen en tus manos... incluso si la provincia o la comunidad autónoma en la que creces es lectora o no, si se respira cultura en sus calles, eso influirá en tus hábitos. Y hablo de literatura, pero bien podría tratarse igualmente del cine, la música o el teatro.
Una de mis mejores amigas, también periodista y ávida lectora como yo, escribía hace poco: “No quisiera ofender a nadie, pero no leer debe ser algo parecido a estar muerto, y yo estoy viva”. Dramas aparte, es cierto que yo no podría haberlo descrito mejor. Ya expresé en otro artículo los sentimientos que me provocaba la literatura, así que no volveré a hacerlo; me seguiré preguntando por qué (en serio, ¿por qué?) muchísimas personas no abren un libro en su vida, y si no sienten un vacío por ello.