Pablo Iglesias acaba de anunciar la dimisión de su compañero de partido Juan Carlos Monedero. El cofundador de Podemos ha criticado con dureza las posturas de Podemos de cara a la cita electoral del 24 de mayo. Eso y sus escándalos le han valido una dimisión. Qué poco nos ha durado la ilusión. Parecía que la victoria era de Podemos mientras aún permanecían fuera de las instituciones: una vez que han accedido a ellas, una vez que se han metido en el barro político que tanto hastío causa ya, no sabe desenvolverse en él. Se enroca en el debate infructuoso de pedir la cabeza de Chávez y Griñán, por ejemplo.
La formación liderada en Andalucía por Teresa Rodríguez ha entrado al trapo del rifi-rafe político mediocre decepcionando, por eso, al electorado conquistado en las ruinas de la indignación, con dosis bien medidas de ilusión, de cambio cabal, y de brillantez de ideas y de sentido común. En Andalucía, el equipo de Podemos no sabía con qué gigante peleaba en las urnas. Y lo subestimaron. Estábamos hablando de medirse de tú a tú con las fuerzas que dan forma a este sistema corrupto del que ellos prometen librarnos. ¡Atrevida ignorancia! Que para hacer eso hace falta mucho empuje y las mejores cabezas. Y cometieron el error de no diseñar un programa potente que sentara cátedra del programa que luego habría de llevar Pablo Iglesias a las Elecciones Generales. Tampoco buscaron un equipo brillante, a la altura de Errejón. Subestimaron la batalla clave de la guerra de fondo. Con Andalucía comenzó la debacle de la ilusión.
A Podemos las elecciones autonómicas le pilló con el paso cambiado y elaboraron un programa hecho de corta y pega de idearios raros.
A Podemos las elecciones autonómicas le pilló con el paso cambiado –acierto de la estrategia política de Susana Díaz al adelantar las elecciones-, y elaboraron un programa hecho de corta y pega de idearios raros: emprendimiento (lo más similar que se encuentra a eso en otro programa electoral es en el PP), cooperativas (algo muy del SAT del que viene rebotada Rodríguez), algo de medio ambiente (¿para arrebatar sin éxito votos a Equo?), y un poco de igualdad de género. Pero nada de un plan concreto de empleo joven, por ejemplo. Nada sobre la catástrofe de la vivienda en Andalucía. Ninguna medida tangible y efectiva para paliar aquí y ahora (y mientras no llegue un plan estatal para la vivienda) el drama de las familias desahuciadas por culpa de la inmoralidad de una banca amparada, auspiciada por el Estado.
Tampoco reparó Rodríguez y su equipo en explotar en su programa uno de los mayores capitales que hoy tiene esta tierra: la numerosa generación de jóvenes preparados que se han tenido que exiliar porque ni Andalucía ni el resto de España es capaz de absorber económicamente este potencial.
Para todos ellos, a Podemos solo le bastaba con devolverles la ilusión. Eso era crucial.
Si Podemos Andalucía no ha tenido las luces suficientes para detectar sus dos filones de votos, es que directamente no merece el respaldo electoral que obtuvieron el pasado 22 de marzo. No se han dado cuenta aún de que se deben al que ya lo ha perdido todo, hasta el miedo, y al que tiene todo por ganar. Se deben al precariado. Se deben al que trabaja 12 horas diarias, 7 días a la semana por 500 euros. Se deben a las familias al borde de la exclusión porque han agotado todas las ayudas. Se deben al abuelo que contempla con frustración cómo toda su familia tiene que malvivir con el único sustento de su pensión. Para todos ellos, a Podemos solo le bastaba con devolverles la ilusión. Eso era crucial.
Y se deben también al joven que ha hipotecado 5 o 6 años de su vida con la esperanza de estudiar una carrera que le permita vivir dignamente de ello. Para ellos, a Podemos solo se le pedía la garantía de poder trabajar y evitarles así el destierro del licenciado sin pan.
No lo han conseguido. El voto y el compromiso político de un joven formado no se mantienen con el discurso flojo y mediocre de Teresa Rodríguez. Al joven indignado que ya no cree en la política de los partidos de Estado (PPSOE) hay que superarlo en brillantez de planteamientos, y esa tarea no es fácil. El equipo de Podemos Andalucía no era tampoco el más apropiado ni el más carismático para emprender esa misión.
Ahora salen a la luz los restos de la descomposición a la que corre sin frenos Podemos. Y la dimisión de Monedero no es otra cosa que la primera ficha de dominó que se ha caído, presa de la guerra de desgaste del sistema.


