La estrategia del PSOE conduce a la barbarie social

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

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Ha terminado la segunda votación de la sesión de investidura en el Congreso de los Diputados. Pedro Sánchez sólo ha conseguido el apoyo de un diputado del Partido Regionalista de Cantabria, además de los síes de su propio partido. En tres meses, el PSOE no ha convencido a ningún otro grupo parlamentario y el candidato socialista, por tanto, sale derrotado de la Cámara Baja.

Los diputados abandonan sus escaños y comienzan a salir al patio del Congreso que está atestado de cámaras de televisión que buscan declaraciones en directo, de representantes de colectivos sociales, periodistas y asesores de grupos parlamentarios. La cara entre los diputados de Podemos, PNV, Compromís, ERC, Junts x Catalunya y otras formaciones es de preocupación, de tristeza, de derrota. Dos no acuerdan si uno no quiere podría ser el titular de los acontecimientos que han ocurrido en estos últimos tres meses y que ahora mismo tiene al electorado progresista sumido en el desánimo y en una pelea por quién gana el relato de la culpa.

Entre todas las caras de tristeza, una cara de placer sobresalía sobre el resto, desde el tumulto, como si hubiera ganado un premio gordo. La alegría indisimulada de Iván Redondo, el jefe de gabinete de Pedro Sánchez y el ideólogo de la negociación, que es en sí misma una sentencia de lo ocurrido. Un profesional del asesoramiento político, más cercano a un personaje de una serie televisiva que a un hombre al que le duela el pueblo que le paga su salario, es quien está detrás de toda la estrategia negociadora del PSOE.

El jefe de gabinete de Moncloa, que lo mismo sirvió para asesorar a José Antonio Monago durante su paso por la Presidencia de la Junta de Extremadura que para dirigir la acción de gobierno de Pedro Sánchez, define a la perfección el tiempo político en el que nos movemos, donde los principios y convicciones se han cambiado por burócratas que no tienen más objetivo que ganar. Las políticas para transformar la realidad han sido sustituidas por el relato comunicativo. Todo vale. Da igual mentir o no, lo importante es ganar el relato.

A Iván Redondo no le duelen las vidas precarias por obra y gracia de la reforma laboral que el PSOE no quiere derogar, ni el 25% de la población española que duerme cada noche en el acantilado de la exclusión social, ni los pensionistas que sostienen a sus hijos y nietos con ingresos de miseria, ni que la renuncia del PSOE a enfrentarse al poder económico para defender a la gente sencilla pueda derivar en la italianización de nuestra sociedad, fruto de la frustración de las víctimas de una crisis que ha destruido las redes de seguridad de las clases populares.

Estoy tan convencido de que hay que evitar un adelanto electoral como que el PSOE es un partido bárbaro, defensor de las esencias dogmáticas del neoliberalismo, que lo único que consigue es frustración en la sociedad y expulsar del sistema a la gente sencilla, cuyas vidas están gravemente dañadas por la subida de los alquileres, la situación de precariedad del mercado laboral y la inseguridad vital para afrontar el futuro a quince días vista.

Unidas Podemos debería evitar el mal mayor, que es un adelanto electoral que pueda derivar en que gobierne el trifachito, aunque nada podrá evitar que el PSOE pacte con PP y Ciudadanos, que es realmente lo que desea hacer porque ahí no encuentra diferencias ideológicas importantes. Si al PSOE le quitas el feminismo institucional para ricas, la causa LGTB y el relato antifranquista de cartón piedra, se queda sin proyecto ideológico y es la versión amable de un régimen que te permite pintar los semáforos con la bandera arcoiris pero no aprobar una ley integral de transexualidad para combatir el 70% de exclusión laboral que sufren las personas trans, sacar a Franco del Valle de los Caídos, subir el salario mínimo o que trabajar y ser pobre dejen de ser sinónimos.

Los de Pablo Iglesias han cometido errores, pero ninguno es tan grave como el abandono del PSOE de su papel de partido defensor de los intereses de la gente sencilla que no tiene más poder que las instituciones democráticas y su fuerza de trabajo. Unidas Podemos está pidiendo cosas que serían de derechas hace sólo 30 años. El PNV tiene políticas más progresistas en Euskadi que las que ha defendido la formación morada en las negociaciones con los socialistas.

El problema de este país se llama PSOE, que ha renunciado a su papel de protector de los humildes y que ha ido tan lejos en su dogmatismo neoliberal, en su desprecio a la gente sencilla y en su dimisión de domar el poder económico desde las instituciones democráticas, que cree que defender que se reformen los artículos más lesivos de una reforma laboral inhumana es propio de revolucionarios rusos.

La estrategia del PSOE de demonizar a la izquierda y volver a abrirse a la derecha, de lanzar el mensaje de que la situación grave de desigualdad que sufre nuestro país es irreformable, nos lleva a la barbarie social. Nada es más peligroso para una sociedad y nada alienta más a las formaciones de extrema derecha que un país sin horizonte para quienes han perdido toda esperanza de vivir una vida digna de ser vivida.

Necesitamos una izquierda que no use el feminismo ni la causa LGTB para ocultar la desigualdad económica, la pobreza, las duras condiciones laborales y la concentración del poder económico en cada vez menos manos. De lo contrario, las clases populares frustradas se convertirán por reacción en antifeministas, antiinmigración, antiLGTB y antidemócratas. Si tú expulsas a una parte importante de la sociedad del sistema, los expulsados querrán acabar con el sistema.

El PSOE y su soberbia neoliberal están incubando en España la frustración de las clases populares, lanzando el mensaje de que nada se puede cambiar y que aspirar a vivir una vida digna de ser vivida es una utopía impropia de un país civilizado. La sonrisa de Iván Redondo es tan cínica como peligrosa, tan sádica como irresponsable, porque le dice a las víctimas de la crisis que pueden cuestionarlo todo menos la política económica que ha expulsado del sistema a 12 millones de personas en un país rico como España, que es la cuarta economía de la UE, donde los radicales son quienes aspiran a derogar la reforma laboral o regular el precio de los alquileres y no quienes creen que ignorar la desigualdad económica no tendrá consecuencias para la supervivencia de nuestro sistema democrático.

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