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Hoy enfocaremos este tema de la división entre ciencias y humanidades de una forma divertida y sencilla para que veamos cómo realmente esta división no es sólo innecesaria, sino humorística. Cuando empleamos nuestras facultades intelectuales en algún tipo de tarea no estamos compartimentando el cerebro. No existe una parte del cerebro dedicada a las matemáticas y otra a las palabras o al lenguaje. Utilizamos todo el cerebro.

Durante años nos han hecho creer que debemos tener unas inclinaciones naturales hacia las letras o las ciencias. Que unos somos creativos, artísticos y bohemios, y otros calculadores, lógicos y pragmáticos. Incluso se han valorado las matemáticas y las ciencias por encima del lenguaje o la creatividad. Parece ser que muchos olvidan que lenguaje y evolución, cuando hablamos de inteligencia humana, van de la mano. Al fin y al cabo, el lenguaje —y no el cálculo— es lo que nos diferencia de otras especies. Un gato tiene más capacidad espacial y de cálculo que una persona corriente.

Dejando a un lado estos comentarios jocosos, pondremos algunos ejemplos concretos para ver que en realidad esto es una tontería: Empezaremos con la música, que es el ejemplo más conocido. ¿Cuántos pensaban que la música era cosa de inspiración y sentimientalismo? Pero al final acabaron descubriendo que los músicos empleaban la misma habilidad lógica que emplean los matemáticos. Sí, la música es matemática pero con otros símbolos, especialmente la clásica. Muchos eruditos coinciden en que la música clásica debería llamarse, en realidad, música exacta.

O vayamos a la poesía, muy propia de almas llenas de pura emoción y susceptibilidades, de sufrimientos y emociones a flor de piel. ¿Será sencillo plasmar lo incontrolable de ellas en una métrica perfecta? Es increíble comprobar cómo el golpe de voz de cada verso está perfectamente calculado, dentro de unos parámetros que si no existieran, no podrían denominarse soneto, romance, o verso alejandrino

¿Y qué hay de la medicina que ha llegado a convertirse, con la cirugía plástica, en imprescindible para alcanzar el ideal de belleza? ¿No es acaso la belleza y la armonía un concepto humanístico? Las ciencias también tienen “letras” en su ejercicio y sus herramientas. Pensemos en un botánico o médico que no conozca los nombres científicos, todos en latín. O en un ingeniero que no conozca el relieve geográfico o la demografía del lugar en el que va a construir.

Y si nos vamos ya a disciplinas aún más complejas como la Historia o la Historia del Arte, veremos que la clasificación de “ciencias sociales” o de  “artes y humanidades” es aún más graciosa. Ingenieros, geólogos, arquitectos, lingüistas, químicos, biólogos y físicos se unen para encontrar respuestas. La Historia no es sólo un asunto sociológico ni meramente narrativo. ¿Cómo esperaban saber las herramientas que utilizaba un egipcio para esculpir la estatua de Ramsés II?

Sí… las humanidades no son exactas y no siempre cumplen sus parámetros. Pero la ciencia también tiene muchas teorías que no siempre han llegado a contrastarse. Las ciencias y las humanidades son una sola cosa: conocimiento. Estamos acostumbrados a mirar el conocimiento concreto, pero olvidamos mirar su funcionamiento desde un ángulo general. Aunque nos especialicemos en la parte que más nos guste, siempre tendremos que utilizar recursos de la otra. Tal y como decía una profesora de escultura que tuvimos en la Escuela de Artes de aquí de Jerez: “Si quieres esculpir el cuerpo humano, debes simular su anatomía desde dentro, desde los huesos, músculos y tendones.” Sí… desde el bachillerato de biología se reían de nosotros por paletos. ¡Pero nosotros también tuvimos que estudiar anatomía!

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