Podemos seguir engañándonos eternamente, pensando que todo se debe a una desgracia o a un cúmulo de ellas, porque la realidad es que no hemos sido capaces de dar respuesta o solución a este problema endémico que azota cada equis tiempo a la población jerezana.
El ser humano, animal de costumbres, parece destinado a cometer los mismos errores una y otra vez, a pesar de que se le presupone una capacidad de aprendizaje que, por desgracia, en bastantes ocasiones brilla por su ausencia. Y de nuevo vuelve a demostrarse, padeciéndolo en nuestras propias carnes.
De nuevo pasó. De nuevo una tormenta, un evento tan casuístico, eventual y caprichoso, ha puesto en jaque a Jerez, así como a otras ciudades de nuestra geografía.
Y llegados a este punto cabe preguntarse qué no hemos aprendido para volver a tropezar en la misma dichosa piedra de siempre, que siembra la ciudad de auténticos ríos destructores, hambrientos y encolerizados, que arrastran todo aquello que encuentran a su paso, destrozando hogares y familias.
Podemos seguir engañándonos eternamente, pensando que todo se debe a una desgracia o a un cúmulo de ellas, porque la realidad es que no hemos sido capaces de dar respuesta o solución a este problema endémico que azota cada equis tiempo a la población jerezana. Es necesario preguntar en voz alta qué han hecho los poderes públicos (locales, autonómicos y estatales) para tratar de paliar esta recurrente incidencia que asola Jerez con saña.
Me resulta incomprensible que los japoneses hayan sido capaces de diseñar enormes edificios modernos que soportan el empuje de los movimientos sísmicos sin colapsarse, y que nosotros aún no hayamos diseñado un plan anti- inundación a pesar de los muchos colores políticos que han pasado por la alcaldía.
Tan difícil no debe ser crear mesas de trabajo que se reúnan con suficiente periodicidad y que estén formadas, no solo por políticos, sino también por técnicos, profesionales y expertos en la materia… poner en manos de ingenieros un tema sangrante que se está convirtiendo en un auténtico quebradero de cabeza para los jerezanos, y que precisa de gente resolutiva, comprometida, decidida a buscar alternativas, y no a encomendarse a vírgenes o santos cuando se nuble el cielo, temiendo que algún día necesitemos un Noé que saque a flote nuestras vergüenzas y nos salve de nuevo del furor de las aguas.
El balón está (por enésima vez), en el tejado de los poderes públicos. Remánguense y pongan soluciones encima de la mesa. Todos lo agradeceremos. Que lo que vayamos a gastarnos los contribuyentes en los distintos arreglos y reparaciones, bien que nos lo podíamos haber ahorrado con una adecuada actitud preventiva y planes de choque a todos los niveles de la ciudadanía. Ha llegado el momento de tomar decisiones.
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