La desigualdad en la que nos movemos

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Miembro de la Asociación de Hombres Igualitarios de Andalucía. (A Rocío siempre, antes, después y luego)

Una corredora entre hombres.
Una corredora entre hombres.

Cuando hablamos de igualdad, la mayoría de los hombres miramos a otro lado, o negamos lo evidente, pero la realidad nos muestra un mundo muy distinto a como la mayoría lo pintamos. Porque y aunque la presencia de la mujer en la vida pública es cada vez más importante, y el avance en la consecución de derechos es una realidad, estas verdades, no hacen sino confirmar la existencia de una sociedad aún muy desigual. 

En la educación de los chicos se espera que sean activos y agresivos y de las chicas pasivas y sumisas. Se nos educa en una separación por sexos de acuerdo con estereotipos de género. Se trata de forma distinta un mismo comportamiento dependiendo de si es niño o niña.

Nos dicen que el deporte es más propio de hombres por lo que comporta de actividad física, competitividad y resistencia, feminizando determinadas disciplinas a las que si se consideran propias de mujer, como el tenis, gimnasia, natación, y la cobertura mediática que se da a los acontecimientos deportivos protagonizados por mujeres es insignificante en comparación con la otorgada a las masculinas.

La media de las remuneraciones anuales de los hombres asalariados es superior a las de las mujeres, ocupamos puestos mejor pagados, trabajamos a jornada completa, tenemos más complementos y nuestro salario crece a mayor ritmo con el paso del tiempo; el 90% de las excedencias por cuidado las toman ellas, y en nueve de cada diez casos, son las mujeres las que se ocupan de llevar y traer a sus hijos del colegio y el médico.

En profesiones de ciencias, como las del ámbito de la salud, con más de la mitad de la  plantilla médica femenina, solo un pequeño porcentaje está en puestos de dirección, y a pesar de la feminización, en las presidencias de los colegios médicos oficiales españoles apenas hay mujeres.

La violencia sexual, el maltrato y la discriminación son parte del día a día de niñas y mujeres de todo el planeta, y una de cada tres declara haber sufrido algún tipo de violencia al menos una vez en su vida. Son víctimas de la violación de sus derechos con prácticas culturales como la mutilación genital femenina, la quema de viudas o el matrimonio forzado e infantil. La trata de seres humanos es una más de las agresiones que afectan de forma desproporcionada a las mujeres y niñas de todo el mundo. 

En la corresponsabilidad de las tareas del hogar, los hombres pensamos que hacemos mucho pero en realidad no llegamos a asumir la planificación de los cuidados y cuanto más desigual es la distribución mayor es la brecha de género en el mercado laboral. Las mujeres dedican diariamente más tiempo al día que los nosotros a tareas domésticas y de cuidado, y menos al trabajo remunerado. 

Los hombres nos creemos igualitarios porque participamos más en el cuidado que nuestros padres, pero eso no nos convierte en corresponsables, porque el desequilibrio va más allá del tiempo, y tiene relación con el tipo de funciones que cada uno asume dentro de la pareja, y con quién toma las decisiones. Tenemos que responsabilizarnos y ser también los encargados de la gestión y el control de los cuidados, decidir qué tiene que comer el niño o niña, si necesita ropa nueva, o qué hay que meterle en la mochila para el colegio.

Estos no son datos que las feministas se hayan inventado, sino que cualquiera puede estudiar tirando de encuestas oficiales. Son realidades que a la mayoría de los hombres no nos interesa ver porque afean nuestra “verdad”, y visibilizan una sociedad que sigue privilegiando en todos sus ámbitos lo masculino sobre lo femenino, y al hombre sobre la mujer. 

Si de verdad tanto nos interesa la justicia social, la igualdad entre mujer y hombre debe ser una prioridad en nuestras reivindicaciones. Pero esta lucha como todas las que se pretendan plantear con honradez, precisa no solo de palabras y buenas intenciones, sino de coherencia y compromiso. 

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