La deshumanización

Enseñar derechos humanos en tiempos de pandemia.
10 de marzo de 2016 a las 09:31h

A veces me pregunto qué punto de decadencia ha alcanzado la humanidad. Se nos pincha y no sangramos. Vivimos en un continuo estado de aletargamiento rayando en la anestesia general, que no nos permite discernir el sufrimiento ajeno de la ficción televisiva. O eso, o es que realmente lo que le pase al vecino nos la trae al pairo, lo cual no deja de ser desalentador, decepcionante y nauseabundo.

Y todo viene a colación de múltiples problemas, no uno solo. Pero principalmente por la tragedia humana de Siria-Turquía-Grecia, un triángulo en el que convergen columnas de refugiados de guerra que solo buscan, ya no una segunda oportunidad, sino una esperanza de supervivencia que la vieja, avanzada y “solidaria” Europa no es capaz de garantizar con el esfuerzo mínimo al que se comprometió hace unos meses.

Las “cuotas” de refugiados pactadas a bombo y platillo, y anunciadas a toque de fanfarrias para deleite de la muchedumbre, han resultado ser promesas incumplidas e insuficientes. Mercadeo de carne a precio de saldo que solo alivia conciencias. Y aunque el deporte nacional en todos los países de Europa consiste en señalar el mal ajeno para justificar las miserias propias, alguien debería ya dar un puñetazo encima de la mesa y exigir a los “mandamales” europeos que no vuelvan a aportar soluciones vacuas, que se remanguen de una puñetera vez y no nos avergüencen más con sus políticas de mínimos hacia gente que nos necesita, que nos pide ayuda de manera desesperada.

Esto no es un problema que puedan resolver ONG, asociaciones ciudadanas, movimientos religiosos, ni usted ni yo… este problema se escapa de las manos mundanas y precisa de políticas reales, comprometidas y decididas que comienzan por poner manos a la obra en acabar con una guerra donde se confunden los intereses de los unos y de los otros y está sirviendo de campo de entrenamiento para una nueva Guerra Fría, cuya siniestra figura se recorta en el horizonte del siglo XXI.

Puede que en otra época nos hubiésemos echado a la calle para exigir a nuestros gobernantes que parasen la sangría siria. Se echa de menos un nuevo Woodstock, manifestaciones en las calles colapsando la rutina diaria o dirigentes de talla moral como Martin Luther King, capaces de aglutinar lo poco que queda de humanidad a los seres humanos.

No, ya no estamos a tiempo… estamos en fase de descuento y, si no somos capaces de reconducir esta masacre, el ser humano no merecerá la Tierra.

A veces no duele tanto la muerte del prójimo como la indolencia propia ante ella.