La desesperanza y el sistema democrático occidental

02 de junio de 2015 a las 04:42h

Los resultados de las elecciones del 24-M han hecho saltar las señales de alarma en algunos sectores políticos sobre el riesgo que corre el sistema democrático occidental tal como lo conocemos. Este sistema es el de representación de la población en unas instituciones o parlamentos de distinto ámbito, es decir, parlamentario. Es cierto que las plataformas ciudadanas emergentes están planteando un cierto regreso al sistema democrático de la Grecia clásica (también, por tanto, occidental), al debate en el ágora o plaza pública. Se ha anunciado una discusión de tales características, como es el caso de Cádiz, entre las fuerzas de izquierda para negociar los términos de un pacto para la alcaldía de la capital. En Jerez se ha convocado a la ciudadanía a votar en la plaza del Arenal su propuesta definitiva y los pasos a dar de cara a las negociaciones (que serán grabadas) con el resto de partidos para el mismo fin.

Pero no creo que el sistema democrático occidental actual se encuentre en peligro por eso. Los verdaderos peligros son otros: corrupción, insensibilidad política, ambición personal desmedida, y algunos más que usted, amigo lector, pueda imaginar. Para mi existe otro peligro, quizás no grave en sí mismo, pero que puede conducir a otros mayores debido a sus efectos perversos: la desesperanza. Es conocidísima la frase del polémico y longevo político italiano Giulio Andreotti: "El poder desgasta, sobre todo cuando no se tiene". Bajo esta premisa, es lógico que todos los políticos prefieran estar en el gobierno antes que en la oposición, puesto que su desgaste es allí mayor. El hecho de que pase el tiempo y no se alcance el gobierno puede encasillar a cualquier fuerza política en el papel de eterna oposición.

Se pueden citar múltiples ejemplos de esta situación. Sin abandonar Italia, nos encontramos con el caso del PCI (Partido Comunista Italiano). El PCI no llegó nunca a gobernar Italia en sus setenta años de historia. Un ejemplo más cercano lo tenemos en el Partido Popular de Andalucía. En los treinta y tres años de Autonomía, ya sabemos que nunca ha gobernado. Es de suponer que los líderes y militantes de estas formaciones sientan desesperanza por no alcanzar el poder al que aspiran. Cuando el resultado del juego democrático es siempre adverso a un mismo partido así debe ser. Pero cuando el resultado es la alternancia, siempre se tiene la esperanza de volver al gobierno en un futuro.

Por tanto, no. No se debe sentir desesperanza cuando se ha gobernado durante lustros una institución que ahora cambia de color político. Lo que se debe sentir es alivio. El buen funcionamiento de la democracia debe producir alivio. Al menos para los demócratas.

Juan Antonio Cabello Torres es licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales.