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Es posible que cuando un austriaco visite Jerez o cualquier otra ciudad de nuestro entorno, piense que ha retrocedido a 1997, tal es la diferencia conceptual entre ellos y nosotros.

Acabo de aterrizar como quien dice, de un viaje de una semana por Austria y, aparte de las muchísimas virtudes estéticas y monumentales de su capital y de la zona norte del país, traigo la impresión de haber contemplado lo que debiera ser la ciudad del futuro.

Caminando por las calles de Linz, no pude evitar hacer un curioso paralelismo. Esta ciudad, capital de la región de la Alta Austria, no dejó de sorprenderme fuera día laborable o festivo, por la perfecta comunión de sus ciudadanos con el civismo, la limpieza, el uso del transporte público y el respeto por el mobiliario urbano. No recuerdo un envoltorio por el suelo, ni excrementos de perros (que los había y muchos, de hecho el acceso de las mascotas en algunos comercios y edificios públicos está permitido). El coche particular, apenas tenía un papel testimonial mientras la mayoría de austriacos tiraban de tranvía y bicicleta (carril bici de los de verdad). Linz tiene 200.000 habitantes, y la comparación con Jerez se hace casi obligada por su tamaño y población… ¿por qué tanta diferencia conceptual entre dos ciudades similares?

Seguramente haya distintos factores que influyan, desde el cultural, el educacional, hasta los recursos económicos disponibles, pero no dejo de pensar que quizás nos hemos entregado a una forma de vida que consideramos cómoda a cambio de un déficit en salubridad y sostenibilidad. Porque ya sabemos el manido discurso del españolito… ese de “esto siempre ha sido así, ¿para qué vamos a cambiarlo?”. Es evidente que para ver una transformación de la ciudad al nivel de aquella ciudad austriaca, sería necesaria una importante inversión en infraestructuras y transporte, y una no menos fundamental en mentalidad. Se ha intentado instaurar el uso del tranvía en otras ciudades y el resultado no está siendo el adecuado. Quizá porque el ciudadano de a pie cree que con el coche se llega antes a cualquier sitio, cuando lo normal es que se tarde más por culpa de las retenciones, sobre todo en hora punta, y que todo depende de una perfecta distribución y coordinación de líneas, y de un “parque móvil” adecuado, con suficientes vehículos, que permitan el paso por cada parada cada tres o cuatro minutos, evitando así incómodas esperas.

La impresión de haber estado paseando por una ciudad del 2037 no se me quita por la cabeza. Es posible que cuando un austriaco visite Jerez o cualquier otra ciudad de nuestro entorno, piense que ha retrocedido a 1997, tal es la diferencia conceptual entre ellos y nosotros. Y no digo que sea mejor o peor, ojo. Pero si nuestro objetivo debiera ser disfrutar de una ciudad sostenible, ecológica, limpia, accesible para todos (incluso minusválidos) y con un transporte público rápido y eficaz, créanme… vamos tarde. Muy tarde.

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