Los culpables del desprestigio universitario

Hay alumnos responsables y profesores profesionales que ven en la Universidad su forma de vida, que se toman en serio los estudios, que se gastan el dinero en formación, que invierten su tiempo entre aulas y despachos

Entrada a la Universidad Rey Juan Carlos. FOTO: ÁNGEL SERRANO
Entrada a la Universidad Rey Juan Carlos. FOTO: ÁNGEL SERRANO

Resulta indignante que existan presidentes, ministros y demás cargos políticos que hayan plagiado algunos de los trabajos que tenían que realizar en las universidades en las que han cursado sus estudios, que hayan obtenido titulaciones sin aparecer por las aulas o que hayan falsificado sus calificaciones. Pero las consecuencias inmediatas de que estos casos salgan a la luz no deberían ser únicamente las dimisiones políticas. Las irregularidades universitarias que se han conocido en los últimos meses se han convertido en una lucha de partidos. Se han transformado en la herramienta perfecta para lanzarse dardos entre unos y otros, a veces incluso con mentiras de por medio. Entre Franco y la Universidad los partidos políticos han tenido el verano resuelto y el otoño va por el mismo camino. Mientras, los temas realmente preocupantes y los verdaderos culpables de todo esto pasan desapercibidos.

Uno de esos aspectos que está pasando sin hacer ruido está relacionado con estos casos universitarios. Las consecuencias inmediatas de todas las informaciones que se están conociendo las deberían sufrir las personas que pertenecen a los centros universitarios y que permiten estas irregularidades. Casi todos los medios de comunicación están focalizando el problema en quiénes firman esos trabajos o en quiénes falsifican su currículum. Pero ni Cifuentes, ni Casado, ni Montón son los únicos culpables ni los más relevantes. La relevancia debería estar en los que forman parte de las universidades españolas y son cómplices de todo esto. En los directores, profesores y demás personal que conocían lo que estaba sucediendo y daban luz verde para que así fuera con tal de ganar adeptos y dinero.

Hace cuatro años realicé mi matrícula para llevar a cabo estudios de doctorado en la Universidad de Cádiz. Tras cursar una carrera universitaria y dos másteres en otras universidades españolas, donde fui consciente de que hay profesores que otorgan un trato preferente a algunos alumnos y de que hay instituciones a las que solo les interesa robar el dinero a quienes confían en su enseñanza, en la universidad gaditana me topé más aún con la realidad. Por eso ya nada me extraña. Tan solo dos meses después de matricularme abandoné, algo que no se me había pasado nunca por la cabeza con los estudios en los que me había matriculado hasta el momento.

La desorganización, el favoritismo hacia unos y el pasotismo hacia otros fueron algunos de los motivos del abandono. Por el breve camino me encontré algunos profesores honestos, responsables y comprometidos con su trabajo que incluso me recomendaron dejar a un lado estos estudios en la UCA. Solo al ver que hay compañeros de los profesores de este doctorado que recomiendan a los alumnos dejarlo, queda claro que algo no funciona y que la principal intención no es la enseñanza. Nunca he vuelto a pasar por la Universidad. Me lo he replanteado en varias ocasiones, intentando buscar un futuro mejor, pero aún me cuesta confiar en los estudios universitarios. O mejor dicho, en algunos de los profesores, directores y responsables de estos lugares.

La pena es que en todo esto, una vez más, pagan justos por pecadores. Hay alumnos responsables y profesores profesionales que ven en la Universidad su forma de vida, que se toman en serio los estudios, que se gastan el dinero en formación, que invierten su tiempo entre aulas y despachos. Y somos esos alumnos los que estamos ejerciendo profesiones que no se corresponden con nuestros estudios académicos. Y son esos los profesores que se lamentan de cómo se está empañando la imagen de la Universidad y los que sufren la consecuencia de perder credibilidad. Consecuencias que apenas están sufriendo los responsables de los másteres de Casado, Cifuentes, Montón y compañía. La mayoría continuará con sus vidas como si nada hubiera pasado. Si ya no lo hacen en la Universidad en la que realizaron las malas praxis, lo harán en otras. No se está transmitiendo el grado de gravedad que tiene esto. Hay que conseguir que las universidades españolas recuperen su prestigio y para eso lo primero es poner en el punto de mira a los verdaderos culpables.

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