De izquierda a derecha: Juan Marín, Susana Díaz, la periodista Pilar García, Teresa Rodríguez y Juanma Moreno. FOTO: RTVE.ES.
De izquierda a derecha: Juan Marín, Susana Díaz, la periodista Pilar García, Teresa Rodríguez y Juanma Moreno. FOTO: RTVE.ES.

Los debates electorales en televisión deberían ser uno de los momentos más decisivos de las campañas electorales. Tendrían que ser un instante fundamental para que los ciudadanos conozcan qué proponen los diferentes partidos, qué diferencia a unos de otros y cómo es la persona que va a liderar el país, la comunidad autónoma o la localidad en la que se celebran los comicios. Algunos de los votantes lo único que van a ver durante la campaña electoral son estos supuestos debates televisados y los fragmentos de los mítines que aparecen en los informativos de las diferentes cadenas de televisión.

No van a preocuparse por leer el programa electoral, ni por mirar en los periódicos las páginas dedicadas a la campaña electoral, ni por conocer a las personas que van en las listas junto a los cabezas visibles de cada partido, ni por saber si hay más partidos más allá de los que todos conocemos gracias a los medios de comunicación.

Tan solo hay que observar la audiencia que tuvo el debate celebrado hace una semana en Canal Sur para comprobar que los llamados debates en televisión están entre los actos que más interés generan durante las dos semanas de campaña. La audiencia media fue de 431.000 espectadores y llegó a congregar al 16,1% de la audiencia andaluza frente al televisor. Se trata de un dato que no es habitual en la cadena autonómica y que deja patente el interés por escuchar a los candidatos de PSOE, Adelante Andalucía, Podemos y Ciudadanos. Pero, ¿realmente existen los debates electorales televisados? No. Ni a los partidos ni a las cadenas les interesan.

El problema es que pese al interés de los espectadores las cadenas públicas no se toman tan en serio como deberían lo de organizar un debate político. Tan solo hay que observar cómo una vez más, en los debates celebrados en la televisión con motivo de las elecciones andaluzas, ha quedado de manifiesto que los partidos aprovechan como les da la gana la gran oportunidad que les ofrecen las cadenas públicas de que sus líderes estén durante dos horas en el prime time. La aprovechan para todo menos para debatir. Y las cadenas dejan que así sea. Lo que está claro es que a los debates electorales televisados se les debería cambiar el nombre. Son mini mítines televisados. Y las televisiones públicas no deberían permitir este tipo de mítines encubiertos en forma de debate.

En el celebrado en Canal Sur la semana pasada a Mabel Mata, la periodista encargada de moderar el debate a cuatro, le faltó arrodillarse para pedir a Susana Díaz, Teresa Rodríguez, Juanma Moreno y Juan Marín que debatieran, que se interrumpieran, que enfrentaran sus posturas. Pero ellos a lo suyo. En los debates televisados debería haber improvisación.

Es lógico que haya temas y tiempos acordados, pero el hecho de que todo esté tan encorsetado provoca que los candidatos vayan con la lección aprendida. Demasiado bien aprendida. Tanto que no hay lugar a la sorpresa, a la improvisación, a la naturalidad. En el caso de los debates en televisión de las elecciones andaluzas nos hemos encontrado ante cuatro candidatos que han leído lo que sus asesores han escrito en sus folios y de ahí no han salido.

Mirar a cámara, dar su más que aprendido discurso, hablar de pasado y no de presente y futuro y atacar a los demás en ocasiones sin fundamento han sido las prácticas que más hemos visto tanto en Canal Sur como en RTVE. Pero de debatir sus propuestas, ni rastro. Las cadenas públicas deberían atreverse a realizar preguntas no pactadas, deberían dejar intervenir a más periodistas. Pero no lo hacen, porque estas cadenas que mantenemos los ciudadanos también se preocupan más por otras cosas que por el debate en cuestión. Tan solo hay que ver cómo los ocho debates celebrados el pasado viernes en Canal Sur, uno por cada provincia, pasaron totalmente desapercibidos. Si no están Susana, Teresa, Juanma y Juan no hay morbo, así que desde la RTVA debieron pensar que para qué dar más importancia a esos ocho debates secundarios.

En definitiva, que el directivo de turno se haga la foto con los líderes de cada partido o insertar publicidad que llame más la atención que el propio debate son algunas de las preocupaciones que se vieron la semana pasada en Canal Sur. Que los espectadores comentaran con más énfasis los anuncios elegidos (que por cierto transmitían una imagen de Andalucía repleta de tópicos), dice mucho de lo que le preocupa a la cadena el debate político. Pero claro, no hay que olvidar quién está detrás. Al menos no moderó el cotarro Tom Martín Benítez. En ese caso Susana Díaz hubiera tenido todavía más fácil su presencia en el atril.

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