La amenaza fantasma y el carnaval

¿Estamos haciendo cundir el pánico? ¿No habremos visto demasiadas películas apocalípticas de contagios masivos, teorías conspirativas, cuerpos cayendo por las calles y supermercados desabastecidos?

Un acto del Carnaval de Venecia.
Un acto del Carnaval de Venecia.

Mientras Cádiz se recupera en este lunes de un fin de semana multitudinariamente carnavalero y encara su semana anual más callejera, irreverente y festiva, Jerez se centra en su Festival Flamenco, al que también le quedan desde el día de hoy muchos otros por delante; demostrando así que dos universos absolutamente distintos coexisten en apenas cuarenta kilómetros de geografía, eso de las dos rectas paralelas que nunca se encuentran.

Y al mismo tiempo que la capital gaditana se recrea y reafirma su esencia en cada espacio; otro de los más grandes carnavales del mundo, el de Venecia, se ha dado la pasada noche por clausurado ante la presencia en el norte de Italia del “coronavirus”, como todos lo conocemos ya, por mucho que nos digan que en realidad se llama Covid-19.

A pesar de que eso de la amenaza fantasma nos suene a seres de otros planetas; ahora la amenaza fantasma en la vida real es la del coronavirus, que ha llegado con cierta energía a una Europa sorprendida que, hasta este momento, miraba a la epidemia –desconozco si puede llamarse al presente momento así- con un cierto desprecio de superioridad occidental, como algo residual llegado por casualidad y mínimamente invasivo en nuestro entorno, que sólo les pasa a los chinos, que además son muchos.

¿Y ahora? Ahora ha llegado a Europa. Y, mientras las autoridades se afanan por buscar al paciente 0, se establece un cordón sanitario en torno a varias poblaciones del Norte de Italia y el icónico Armani realiza su desfile sin público para evitar los contagios, me pregunto si no nos estaremos volviendo todos locos.

Deberíamos preguntarnos por la sobresaturación informativa sobre el caso y cómo desandar el camino del pánico cuando ya lo hemos abonado generosamente y nos toca más de cerca. Ya hemos sobredimensionado una enfermedad que en un país con mil millones de personas ha provocado hasta el momento muchos menos fallecimientos que una gripe común, ¿y ahora, qué? En algunas cadenas siguen pronunciando sistemáticamente las palabras pánico y alarma cuando deberíamos, desde la responsabilidad de los medios, contribuir a la tranquilidad y, llegado el caso, a difundir con claridad y eficacia las medidas profilácticas, de tener que darse.

Me consta que muchas familias, sobre todo con hijos e hijas haciendo Erasmus en las universidades italianas donde se han suspendido las clases, están realmente afectadas. ¿Estamos haciendo cundir el pánico? ¿No habremos visto demasiadas películas apocalípticas de contagios masivos, teorías conspirativas, cuerpos cayendo por las calles y supermercados desabastecidos? He llegado a escuchar estos días que la naturaleza, por su cuenta, está realizando una especie de barrido, una suerte de selección natural para paliar la superpoblación del planeta.

No por quitar gravedad, pero sí por restar miedo, casi podría apostar porque dentro de un año, dentro o fuera del Falla, nos encontraremos con algún tipo coronavírico que convertirá estos aciagos días de preocupación en un mal recuerdo, unas cuantas risas y seguro que una crítica feroz a algo de lo sucedido durante esta crisis. Como tema para el Festival de Jerez, sin embargo, no lo veo yo, fíjense.

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