¿Justicia divina?

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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El Antiguo Testamento siempre nos presentó un Dios justiciero, que aunque quería a sus hijos, los castigaba con catástrofes mayúsculas en cuánto se salían del carril. El Diluvio Universal, las plagas de Egipto o la destrucción de Sodoma y Gomorra, son sólo muestras de cómo se las gastaba Yahvé por aquellos tiempos. Pero con la llegada de Jesús, y con ello, el comienzo del Nuevo Testamento, ese Dios cambió de carácter para convertirse en un Dios compasivo, de amor, capaz hasta de morir en la cruz para la redención de los humanos.

Por aquellos días, las grandes catástrofes con las que el antiguo Dios manifestaba su ira, se convirtieron en señales, más pequeñas, más simples, pero que indicaba que algo no le gustaba al Dios de los cristianos. Como ejemplo, tenemos el hecho de cuando se rasgó el velo del templo de Jerusalén en el momento de la muerte de Jesucristo. Ese velo que separaba lo divino de lo humano, se partió en dos, haciendo a todos uno, algo que como hemos visto a lo largo de la historia de la Iglesia, no se ha podido conseguir del todo. Numerosos velos separan a una jerarquía anacrónica de una sociedad moderna que le da la espalda.

Hace pocos días, repicaban de nuevo las campanas de la Iglesia de Santiago en Jerez. Consideré entonces que no era el momento adecuado al coincidir con una campaña electoral, que podía ser mal entendida si aparecían políticos, como así aparecieron. Pero el obispado jerezano no lo tuvo en cuenta. Ahora nos enteramos de que el templo de Santiago se ha rasgado como el velo. Tiene una grieta que retrasará la apertura del templo. Bien sabe Dios que no me alegro, al revés, es una desgracia para un templo como el de Santiago. Pero también sabe que siempre consideré que antes que arreglar la casa, hay que darle de comer a los que viven dentro. Hay prioridades. Antes están las personas que las piedras. Una grieta ha rasgado el templo de Santiago y cada cuál debe entender el hecho como quiera. ¿Creen ustedes en la justicia divina? ¿En las señales del cielo? Cada cuál, desde su fe, si la tiene, que se responda a estas preguntas.

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