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A pesar de que cada vez hay más campañas institucionales para fomentar la igualdad en los anuncios de juguetes, la realidad es tozuda.

Para mí, una de las experiencias más placenteras de la Navidad es pasear por Cádiz el día de Reyes. Ver la ilusión en la cara de los niños y las niñas me hace evocar mi infancia, ese tiempo en el que la magia lo impregnaba todo.

Así iba yo disfrutando del entorno cuando esas gafas lilas que llevamos las feministas empezaron a agriarme la jornada. La mayoría de las familias con las que me cruzaba repetían los patrones de siempre: niñas empujando carritos de bebés o acunaban entre sus brazos muñecos de diversa índole; niños jugando con coches o superhéroes o montando en bicicleta o patinete. Y empezó a agriárseme el paseo…

A pesar de que cada vez hay más campañas institucionales para fomentar la igualdad en los anuncios de juguetes, la realidad es tozuda, y los intereses comerciales más, y nos demuestra que no avanzamos tanto como creemos. A los hechos me remito: en el artículo del New York Times, Boys and girls, constrained by toys and costumes, Claire Cain Miller afirma que la separación entre géneros es mucho más clara ahora que hace décadas. Así, en diversos catálogos de juguetes de 1975, tan solo el 2% de los juguetes se publicitaban de forma clara para niños o niñas, mientras que en 2012, todos los productos de la tienda online de Disney estaban separados por sexo. Y en cuanto a los colores, debemos retroceder a los años 20 para comprobar que el blanco era el color unisex, mientras que el rosa se prefería para los niños y el azul para las niñas, según explica la historiadora Jo B. Paoletti en Pink and blue: Telling the girls from the boys in America. Sería en los años 80 cuando se cambiara esa tendencia que aún hoy impregna la publicidad de ropa y juguetes.

Igualmente, en el Informe de 2017 sobre la campaña de publicidad navideña de juguetes, elaborado por el Observatorio Andaluz de la Publicidad no Sexista del Instituto Andaluz de la Mujer, se concluye que el 54% de los anuncios de juegos y juguetes aparecidos en catálogos y televisiones en estas navidades contienen un tratamiento sexista. Nada más y nada menso que once puntos más que en el 2016. Este año, los reyes del sexismo han sido los catálogos de El Corte Inglés y Toys R Us.  

Y si bien existe evidencia científica de que la elección de juguetes sigue unos patrones psicobiológicos modulados por las hormonas prenatales —el médico, investigador y convencido feminista Manolo Cortés, me explicó que los investigadores han llegado a dicha conclusión aplicando el sistema de eyes tracking a niños de entre 12 y 18 meses que aún no están condicionados por la estereotipación de género. Del análisis de los movimientos oculares de unos y otras frente a imágenes de juguetes, los niños mostraron mayor interés por la pelota y las niñas, por las muñecas. La experiencia de introducir un camión de juguete y una muñeca de trapo en una jaula de chimpancés, arrojó la misma conclusión—, es innegable que los patrones de género mantenidos por la sociedad, reforzados por la publicidad y repetidos en el día a día por los adultos consolidan los estereotipos y condicionan la libre elección de niños y niñas.

Y así, como si fuera un juego, unos y otras van reforzando instintos, desarrollando vocaciones y configurando misiones: las niñas, enfermeras, profesoras, actrices, madres; los niños, pilotos, investigadores, militares, aventureros... Y todo, bajo la premisa de que "eso es lo que ellos, libremente, han pedido a los reyes", como si con siete o diez años fueran seres autónomos con voluntad propia para elegir.

Recibir una educación no sexista desde la cuna hace seres libres e independientes o, por lo menos, lo pone más fácil a la hora de elegir. Por eso debemos seguir luchando, abuela. Por eso no me quito las gafas lilas, aunque me agrie el paseo del día de reyes que tanto me gusta.

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