Jesús de plástico

La conclusión a la que llegué es que nuestra sociedad igualmente tiene un serio problema con la iconografía

La Paz de Fátima.
La Paz de Fátima. MANU GARCÍA

Antes que nada, decir que la Semana Santa es mucho más que tradición y cultura, y que no se puede simplificar la fe de cientos de miles de andaluces, por no decir de algunos millones, a la cada vez más célebre expresión "pasear muñecos de madera". Son las palabras mágicas para sacar a cualquier cofrade de quicio. De broma, me retaron a escribir un artículo incendiario al respecto para ver luego la dimensión del linchamiento. Si bien lo rechacé, aquello me hizo reflexionar. La conclusión a la que llegué es que nuestra sociedad igualmente tiene un serio problema con la iconografía.

El comportamiento general parece el siguiente: ninguna imagen de Jesucristo, la virgen o ningún santo puede ser destruida o tirada a la basura, lo que empieza a originar cierto problema de acumulación. ¿Quién no ha visto últimamente colgado algún calendario de 1994 con alguna virgen? Los almanaques y las estampitas se reparten como churros llenando cajones. Crucifijos, cuadros y niños Jesús de porcelana que se heredan y acaban acumulando polvo en un trastero, y aun así se siguen fabricando y vendiendo hasta en los chinos. Conozco a un chaval que pegó una estampita de Cristo debajo de las cuerdas de su bajo eléctrico con tal de darle una salida.

El caso que más me llamó la atención fue el siguiente. De un día para otro, pasando por El Pelirón vi colgado un cuadro de la virgen en una fachada. En un principio no le di mayor importancia ya que si no me equivoco en la misma calle hay una casa hermandad. Un día comprando en el despacho de vinos me explicaron la historia del cuadro. Resulta que uno de los del rastrillo, después de domingo tras domingo sin vender el cuadro, obligado siempre a cargarlo de vuelta, se hartó. Cogió una alcayata y allí mismo lo clavó. Si bien hasta entonces nadie lo quería, ahora era objeto de selfis. Supongo que alguien se lo llevaría antes de que le lloviese encima y se estropeara.

Y mientras tanto, miles de figuritas y estampitas salen de las fábricas y las imprentas. Escribiendo esto, es imposible no pensar en una vieja canción country que habla de una figurita de plástico de Jesús en el salpicadero del coche. No escucha cuando maldices el tráfico porque tiene oídos de plástico y siempre sonríe cuando pecas en el asiento de atrás. Puede que algún día falten salpicaderos para tantas figuritas, o espejos centrales para tantas medallas y rosarios. Desde que las teles son planas hay cierto problema para colocar figuritas. Los únicos que parecen darles salida a las estampitas de la virgen son los mafiosos italianos que tienen que quemar una en cada ritual de iniciación. Que se conserve, restaure y respete una talla de imaginería es lo más normal del mundo. Pero una foto solo es una foto.

 

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