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"Yo estoy hecha para ganar, en aviación soy quien más records ha obtenido en altura, distancia y velocidad. Ningún hombre o mujer ha conseguido superarme".

En 1956, a los cincuenta años, me rendí ante una derrota, por un margen pequeño de votos no llegué a ser congresista por California. No ha dejado de pesarme, yo estoy hecha para ganar, en aviación soy quien más records ha obtenido en altura, distancia y velocidad. Ningún hombre o mujer ha conseguido superarme.

¿Por qué soy republicana? No puedo ser otra cosa, soy una encarnación del sueño americano. A los veinticuatro años no era más que una esteticista de unos grandes almacenes y a los treinta me casé con uno de los hombres más ricos de América. Cuando lo conocí en una fiesta sólo ambicionaba que me patrocinara mis propios productos de belleza. Después de la boda esos cosméticos se llamaron “Alas” porque los publicité volando de una ciudad a otra.

Saqué mi licencia de piloto en tres semanas. Luego no encontré techo, para mí, sólo había un puesto: el primero. Primera en hacer mixta la carrera Bendix, que acabé ganando, primera mujer en superar la barrera del sonido, primera mach 2 (dos veces la velocidad del sonido), primera en cruzar el Atlántico en un bombardero, primera en aterrizar en un portaaviones…

Conseguí que las mujeres piloto participaran en la II Guerra Mundial, convenciendo a la señora Rooselvelt para crear un cuerpo de aviación femenino. No sé por qué no recuerdan eso los que me acusan de haber dificultado el acceso de la mujer a la NASA. Estoy harta de escuchar que lo hice porque no soporto la idea de que me dejen atrás, no puedo ponerle puertas al cielo.

Jacqueline Auriol, mi rival durante más de una década por el record de velocidad, siempre intentó manchar mi imagen y sólo hay una verdad en todo lo que ha dicho: no sé perder. Alguien llevó a sus oídos que lloraba y me tiraba del pelo cada vez que me superaba. Es cierto, jamás he aceptado una derrota de buen grado. Cuando pierdo vuelvo a sentirme Bessie Pittman, hija de un carpintero itinerante que empezó a trabajar cuando las demás iban a la escuela. Con diez años tuve que defenderme de un capataz que me acosaba y con catorce estaba casada con un piloto. A los diecinueve perdí a mi hijo en un accidente terrible, se le incendió la ropa mientras jugaba en el patio.

Para  sobrevivir tuve que enterrar a Bessie. Recién llegada a Nueva York, divorciada de Jack Cochran, cambié mi nombre a Jacqueline. Nacía una mujer nueva, hija sólo de su propia voluntad.  Fue Jackie quien venció a Auriol y a sus descalificaciones, volando a más de dos mil kilómetros por hora. No importó que no supiera perder, fui la mejor porque sabía ganar.

*Inspirado en la biografía de Jacqueline Cochran (1906-1980), aviadora.

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