El líder del PSOE andaluz, Juan Espadas, en un acto realizado en Jerez durante la campaña.
El líder del PSOE andaluz, Juan Espadas, en un acto realizado en Jerez durante la campaña. MANU GARCÍA

Las elecciones andaluzas del 19J han tenido una trascendencia mucho mayor a su ámbito original, aunque muchos quieran negarlo y no necesariamente con los efectos que muchos otros quieren atribuirle. Lo abultado del resultado le confiere una trascendencia cualitativa inesperada, poniendo de manifiesto, al mismo tiempo, las vergüenzas de unos y otros a derecha e izquierda.

Los efectos más notorios, en mi humilde opinión, han sido tres: la contundente victoria del Partido Popular que ha liquidado la histórica hegemonía socialista en nuestra tierra, la irrelevancia política en la que ha situado a Vox y a su prepotente lideresa y la superación del ayusismo como referencia electoral de los populares. Y la izquierda parece no haber entendido el mensaje y, por sus primeras manifestaciones, mantienen el resultado como una suerte de misterio inextricable. Y todo por no realizar una sincera autocrítica.

El PSOE ha pagado en estas elecciones los casi eternos escándalos de los ERE, las notorias vacaciones pagadas de Susana Díaz durante más de tres años y la designación digital del relevo en la dirección. Aún a pesar de la magnífica gestión del Gobierno español durante estos años con crisis diversas, los errores de comunicación del Gobierno de la nación y del partido, las continuas disputas de la coalición gubernamental (que ha convertido a la progre de recortable Ione Belarra en la mejor agente de la derecha política) y el sentimiento de inestabilidad que dichas disputas han proyectado, han servido de caldo de cultivo para la concluyente victoria, en Andalucía, de la derecha.

Es cierto, no obstante, que la apabullante hegemonía de la derecha política en los medios de comunicación ha servido como altavoz de inestimable valor para la colocación del mensaje conservador. Las transformaciones operadas en las empresas de comunicación, durante los últimos 20 años, ha transformado la profesión de periodista, convirtiéndolos, salvo honrosísimas y notables excepciones, en funcionarios de los respectivos idearios. Marhuendas, Naranjos o Indas son destacables ejemplos de esto que digo.

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Comentarios (1)

Antonio Hace 1 año
Buen análisis, Antonio.
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