Un cartel en pos de la diversidad, en un concentración feminista. FOTO: MANU GARCÍA.
Un cartel en pos de la diversidad, en un concentración feminista. FOTO: MANU GARCÍA.

Tras leer las declaraciones sobre el aborto, de dirigentes políticos de la derecha, me pregunto el porqué de este empeño antidemocrático e intransigente de los representantes del machismo, por controlar y disponer del cuerpo de la mujer. Es una evidencia más de la existencia de un sistema patriarcal, que por mucho que algunos intenten camuflarlo con argumentos y justificaciones tan estúpidas, como comparar la violencia de género con las denuncias falsas, la ideología del género, y muchos disparates mas, sigue existiendo en nuestras mentes, y nuestra vida diaria.

Estoy convencido de que los géneros, nuestra masculinidad, y esta irracional forma de ser y entender lo que es ser hombre, tienen mucho que ver.

Por eso pienso que seguir empeñados en la sinrazón y la inflexibilidad de una maniquea clasificación de las personas, con la asignación de unos roles según cual haya sido nuestro sexo biológico en el nacimiento, es perpetuar la ideología machista, y condenar a la infelicidad a cientos de miles de hombres y mujeres por el hecho tener que cumplir un mandato impuesto, determinado por una visión del mundo en la que la figura masculina es el centro.

Es también cerrar los ojos a lo evidente, y a una realidad que día a día nos demuestra lo falso de esa construcción social y cultural, que nos cosifica y clasifica sin tener en cuenta que y como nos sentimos.

Pero es evidente que la insistencia en esta injusta organización de la humanidad, responde a intereses concretos, como es el control del poder, y la defensa de una idea supremacista de los sexos, que supone para el hombre disfrutar de unos privilegios y beneficios, de los que la mujer no dispone.

Afirmar que los hombres y las mujeres son heterosexuales, y que todos tenemos similares patrones de conducta según el género que nos asignaron al nacer, es como decir que la humanidad es toda de raza blanca y rasgos caucásicos. Es por supuesto mentir y ocultar deliberadamente la verdad.

Una imagen de la pasada concentración feminista a las puertas del Parlamento Andaluz. FOTO: MUJERES 24H.

Ello nos conduce a una sociedad falsa y mentirosa, hipócrita, insolidaria e insatisfecha, que no tolera en sus miembros la libertad, y sin embargo fomenta y autoriza la existencias de seres afectiva, sexual, y personalmente atrofiados e insatisfechos, que mediante las jerarquías y la violencia dan salida a su frustración.

En un mundo que no responde a identidades monolíticas impuestas, seguir manteniendo este ideario falso es criminal. La iglesia con su misoginia y su machismo recalcitrante tienen mucha responsabilidad. Por eso es necesario que los hombres rompamos las normas de una masculinidad que nos oprime y nos impide mostrar lo que somos y sentimos.

Si de verdad creemos en la libertad y en los derechos de las personas, habremos de convenir que no se es hombre o mujer por haber nacido con un sexo determinado, y si por sentirse hombre o mujer, ninguna de las dos categorías, o ambas a la vez.

El presente y el futuro son más hermosos, amables, y diferentes que esta ruin y perversa clasificación. Masculinidad y feminidad son ideas a desterrar. Una sociedad justa demanda normalidad, comportamientos igualitarios desde la diversidad y la diferencia,  y el reconocimiento y la aceptación social de todas las realidades que puedan existir. Solo las personas de mentes obtusas y egoístas, pueden seguir negándose a la evidencia. Identidad sentida y libre sexualidad son las únicas verdades. Disfrutémoslas desde el respeto y la sororidad.

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