Somos genuinamente iguales. El viento se levanta en mitad del verano, golpeando las ventanas entre el bochorno y el olor a sur caliente. Soy parte de esa genuina especie de jóvenes, que tras lanzarse al edén programado de la educación se han perdido. Sin rumbo aparente, pero sin llegar a ser dramático. Me decido a hablar porque creo que es el momento oportuno. Siendo claro diré que podría comparar a toda esta generación con hormigas comunes. Hormigas que deambulan solitarias por encima de la encimera de la cocina al amanecer, tras la hora del almuerzo y al atardecer.
Pequeñas piezas imprescindibles de toda una familia de pequeñas criaturas subterráneas. Incluso así, tras actuar por naturaleza y con permiso de las feromonas se configuran y arriesgan hasta alcanzar metas impensables. Para una hormiga, claro. Suelo observarlas caminar durante el bostezo de un sol que asciende, permanece o se apaga despacio. Hay demasiadas hormigas, tantas como segundos. Más incluso. Me sirvo otro café solo, sólo con dos cucharadas de azúcar, y trasciendo en la idea de que quizás ni toda verdad es absoluta, ni debe adelantarse la tragedia. No es sacrilegio tener miedo, ni debe uno avergonzarse por ello. La soledad da un pavor insoportable, te hace perder hasta la noción del tiempo. Y las mayores decisiones se tomen solo. Cómo el café. Siempre hay un momento en que uno debe aventurarse y abrir camino camino entre las lianas y los jaguares de esta selva tropical para llegar al oro de Cortés.
¡Poseidón soplando en nuestra dirección, y nosotros serpenteando por un mundo demasiado grande como para reducirlo a minúsculas decisiones, donde nos aferramos a los restos de un banquete nupcial entre la Esperanza y el Miedo! En la constante búsqueda de algo. Y aún así de perdidos nos queda energía y capacidad para desoír los consejos, un poco más, y descubrir con asombro la superficie de esa encimera, que es el mundo. No debe la juventud estallar en pánico por las arrugas que van apareciendo. Ni temer en exceso, ni cegarse o cegarnos por las desesperación; Ni resignarse a poco menos que nada. Se me enfría la taza de café como cada mañana o cada tarde o cada noche, y me despido de las hormigas que deambulan sin sueño. Somos genuinamente iguales. Así ha de ser, y así acaba siendo. Tranquilos, no por perderse está todo está perdido. Todo a su tiempo.


