Dos hombres en actitud amistosa
Dos hombres en actitud amistosa

No es mi intención teorizar, defender, o eximir de responsabilidad a los hombres, entre los cuales me encuentro, y sí reflexionar y tener explicaciones a una realidad que día tras día nos llena de dolor y vergüenza. La violencia machista.

Son inadaptados, perturbados, o potencialmente violentos los hombres que maltratan y matan a sus parejas o ex-parejas, me pregunto. Porque muchos de ellos no tienen denuncias previas por malos tratos, carecen de antecedentes penales, y hasta, a juicio de sus vecinos en las noticias de los medios, que suelen resaltar los datos positivos de estos, eran hombres "buenos y normales". Entonces ¿qué sucede en ese mundo interno de algunos hombres, que les hace cruzar la linea de lo terrible y lo inadmisible? ¿Qué extraños resortes se activan?

No soy experto para opinar con categoría, pero tengo un elemento a favor que me legitima, pertenezco al grupo, soy un hombre, y por tanto poseedor de muchos de los defectos y las virtudes que a los hombres el género y la cultura patriarcal nos asigna.

Esta pertenencia, me lleva a pensar, que no estamos ante actos protagonizados solo por individuos perturbados, inadaptados, o violentos, y que la razón de esta sin razón, estructural, y no individual, está en la cultura, no en la que como pueblo o sociedad podamos tener, pues la violencia machista está en todos los países, sino en la cultura que nos configura como hombre.

Una cultura que nos dice que elementos y características debemos poseer por y para ser hombres. Unas normas que nos marcan un código ético y de comportamientos, una misión, y una forma de entender y vivir, fuera de la cual no es posible la existencia de un hombre como tal. Unas reglas que  determinan nuestra posición, frente a la mujer, a la que solo debemos tener como referencia para saber lo que no debemos ser.

Desde antes de nacer todo esta preparado para darnos el tratamiento que nos corresponde, según sean nuestros genitales. A los hombres nos educan en la superioridad física, en la dureza emocional, y en el mandato de resistir para sobrevivir en un mundos donde no hay lugar para los débiles. Trabajar, proveer, y proteger a la familia, son obligaciones de este mandato que debemos cumplir. Los hombres no podemos comportarnos como las mujeres (no llores como mujer lo que no supiste defender como hombre, decía su madre al rey Boadil), llorar, ocuparnos de lo privado, cuidar, y ser afectivos, son asuntos  de mujer, y ser hombre es no ser mujer.

Esta cultura nos imprime una patina de violencia, en el colegio "si te pegan, pega", y nos alecciona en la creencia de la existencia de un sexo fuerte y otro débil, cuya función esta subordinada a la nuestra,  legitimando nuestro poder y el control.

Este concepto de contraposición a lo femenino, logra que seamos heterosexuales (Cis), y no exterioricemos sentimientos, afectos, ni emociones, o seamos capaces de tejer relaciones inter personales. Así, fuera de la relación hombre-mujer, somos huérfanos, unos auténticos sin techo.

Ellas por el contrario  poseen universos, afectos y mundos familiares y sociales, ricos y extensos. Círculos solidarios de protección. Cuando los hombres vivimos en pareja solemos desertar de la familia y los amigos "los hijos son mas despegaos que las hijas", y si la relación termina, lo sentimos como un fracaso, situándonos solos frente al precipicio, y el vacío  de un futuro lleno de miedos, incertidumbres, y pocas certezas, para el que no estamos preparados. Somos padres, y maridos, no familia.

Estos elementos, en una sociedad neo-liberal, consumista, competitiva, que fomenta y valora lo individual frente a lo colectivo, el egoísmo frente a la sororidad y la empatía, nos transforma personas  poco receptivas a negativas, y contrariedades.

No hemos sido capaces los hombres, de generarnos en personas sanas, independientes, inteligentes, social y emocionalmente.  No tenemos la madurez y el equilibrio necesario en ese sentido.

Esta cultura nos ha dado un poder que solo sabemos administrar desde la superioridad y las jerarquías. No estamos educados los hombres para entender relaciones afectivas mujer-hombre, desde la igualdad y el respeto. Inseguridad, miedo, inmadurez, sexualidad, frustraciones y represión, son algunos de los monstruos que forman parte de este cóctel masculino-patriarcal que se oculta tras la violencia, y que tanto daño hace a las mujeres,  y avergüenza a muchos los hombres.

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