Ha llegado, ya está aquí

La brisa nos abrazó, y no pudimos resistirnos a ese ligero y agradable sueño que iba cayendo suave bajo el sol. Había llegado el verano.

verano
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Contar la felicidad y lo bello a veces se hace complejo. La cuestión es trasladar al lector lo que el escritor ve y siente. Veo cielos celestes y mares turquesa con azules oscuros en sus misteriosas profundidades. Rocas de pizarras y cuevas esculpidas por los azotes de las olas. Pisamos las dunas de Punta Paloma y desde su altura, un inabarcable paisaje se presenta a nuestros pies. Veleros blancos. Tablas que parecen bailar con sus kites y winsurf balanceándose mágicamente. Andando sobre las aguas, y al fondo África.

En estos días claros y despejados sus montañas se acercan y hasta se avista la playa de Tánger. Sus ferrys cruzan a un lado y otro de la orilla. Nos alejamos y encontramos un chiringuito sobre el pico de una montaña. Auténtica maravilla. Es allí donde decidimos hacer la parada para comer. La situación privilegiada de este lugar hace que todo sea un mirador y como un ave más, vamos observando el horizonte.

Claro, que de otear no solo vive el hombre y entre tanto, saboreamos sus ricos y variados platos regados con buen vino. Después bajamos por un sendero de arena donde a cada vuelta, entre juncos, asomaba un trozo de mar, o tropezabas con ramas de buganvillas rosas y amarillas, que caían por el camino hasta acabar en la playa.

La vimos extensa, blanca y caímos rendidos a su arena. Luego la brisa nos abrazó, y no pudimos resistirnos a ese ligero y agradable sueño que iba cayendo suave bajo el sol. Había llegado el verano.

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