Mara Pincel terminando su mural en Buenos Aires.
Mara Pincel terminando su mural en Buenos Aires.

La guerra nos amenaza una y otra vez. Nunca dejó de hacerlo desde que tengo uso de razón. Ese latiguillo sobre el mayor tiempo que Europa tuvo sin una guerra no fue nunca verdad, para quienes crean que alguna vez hubo paz o Europa haya sido, ni en sueños, un jardín de no sé qué delicias. Las guerras que no se celebraron en territorio europeo las celebraron los europeos, al menos algunos, en alguna provincia más o menos lejana para que a nadie le perturbaran sus diversiones y entretenimientos.

Belleza, poesía, libros, librerías, teatro, café, verbenas, cumbia, clases, textos, ensayos, amor: sobre todo amor, ternura. Y sí, en guerras no se debe matar la vida ni dejarla morir porque el desastre lo destruye todo. Ni siquiera porque el breve asueto, la pausa para recuperar el resuello que todas las bellezas de este mundo nos puedan granjear no vayan a evitarnos que el regreso a la realidad más pura se convierta en una calle oscura de una noche negra. Esa alegría que hayamos cosechado sembrando alegría y disfrutándola, amando, abrazando, acariciando de todo modo lo hermoso de la vida, alumbrará la noche de carbón de roca en que a veces se convierte la vida en cualquier lugar del mundo. ¿Cinismo? No. Cinismo es negarlo.

Cinismo es que las guerras ocurran lejos de nuestra casa, pero que ocurran y se olviden como si no existieran, después de pronunciar unas palabras sobre lo inevitable de las guerras por una presunta Ley natural que llevaría a los seres humanos a pelearse todo el tiempo y destruirse. Que quienes se pelean son seres inferiores hasta que somos nosotros mismos quienes peleamos y entonces habría una explicación épica lo bastante sólida para permitirnos pelear a nuestras anchas: es cuando sale la épica de la bandera, el altar de la Patria y todas esas mamandurrias. No. Que las peleas sean inevitables no hace inevitables las guerras. Hay formas diversas de pelearse y el problema de las guerras es el de una industria dedicada a que las muertes de løs otrøs sea el camino de un gran negocio. ¿Inevitable? No. Sí es difícil de evitar, por eso lo que se debe decir es que faltan las energías y el entusiasmo para evitarlo.

Además de una industria, hay, por supuesto, toda una serie de mediocridades de mediocres venidos a posicionados en el poder y los lugares de decisión, demasiado machos, demasiado cargados de testosterona, demasiado ignorantes, demasiado simples y demasiado crueles; demasiado cínicos. Defenderse es legítimo, atacar nunca. Dé lo mismo cuándo sea el ataque, en qué contexto, como presunta respuesta y cualquier presunta afrenta. Hemos normalizado la crueldad y banalizado el mal como si Eichmann no hubiera sido nunca secuestrado y juzgado en Jerusalén, y como si Hannah Arendt nunca hubiera dicho nada sobre todo este asunto.

Parecería que ya cualquiera pudiera decir cosas, aunque las pronuncie solo en rebuznos, y quien se sienta interpelado por mis palabras se prepare a la pelea, pero a una desde la razón y no desde el calzón de las vísceras. Canta Fito Páez, y me gusta, No es bueno nunca hacer de enemigos / que no estén a la altura del conflicto. No se olvide.

Que se compare el llamado a un Gobierno de unidad nacional en las elecciones democráticas argentinas con el decreto golpista de un Videla llamando a un proceso de reorganización nacional, esa comparación es el caos mismo; el caos que impide comprender nada, que nada significa nada, que todo es una gran arbitrariedad sin lugares de encuentro que nos permitan la misma comprensión de nada: el caos, repito. Es la estupidez de pretender que digo silla cuando hablo de una cama, y digo silla también cuando hablo de la luna, y digo silla, también, cuando hablo de una paella valenciana.

Justificar la invasión de Rusia no es una buena idea, y no tiene nada de bueno ni de justo construirle a esa invasión un remolino que termine dando el agua de la razón de alguna de las partes o de sus aliados. Perdemos el norte del problema, desaprendemos la discusión evitadora del conflicto y permitimos, así, que vengan otros nuevos.

El actual ataque contra Israel, ¿cómo discutir con verdad sobre un conflicto tan terrible sin que nadie sienta la tentación de ofender a los judíos, que los judíos se sientan respetados en su fe religiosa, en su derecho a existir allá donde quieran hacerlo? ¿Cómo hacer para que se pueda criticar al Estado de Israel, como a todos los estados, por sus actos? ¿Cómo hacer para que el Estado Palestino disfrute de la seguridad que ofrecería el Derecho Internacional? ¿Cómo lograr la paz? Es una dulce fantasía ver que en Buenos Aires las calles Estado de Palestina y Estado de Israel se encuentren pacíficamente. El callejero porteño parece una premonición imposible por ahora, aunque deseable: que vivan en respeto recíproco.

Seguro que desde nuestras vidas pequeñas podríamos desactivar ese proverbio que afirma ser mejor cabeza de león que cola de ratón. Yo no quiero ser ni una cosa ni la otra, me basta ser el vecino que soy en mi barrio. Es absurdo deshumanizarse, me da lo mismo si en león o en ratón. ¿Cómo remover de los lugares de poder de decisión a todos esos mediocres que necesitan deshumanizarse porque no se sienten bastante buenos y grandes con su enorme ser de humanos? El primer paso es rechazar y ridiculizar todo ese discurso de lo que hay que ser y de que løs otrøs son peores para que nosotrøs podamos ser mejores. ¡Qué agotador!

Con las palabras vamos a resolver esto, solo con palabras es posible resolverlo. Es por ello que parece importante que cuando nos hacen sentir el miedo de la guerra sintamos el vuelo de nuestras alas. Sin fantasía no se superan los problemas. La fantasía nos proporciona la vitalidad y la frescura para acometer a los problemas desde perspectivas diferentes. A las guerras les hace falta nuevas perspectivas, porque las viejas no las evitan ni las terminan. Si los empresarios hablan de fantasía para revitalizar sus negocios, y a todo el mundo le parece bien, normal, ¿por qué ridiculizan la fantasía cuando de superar las guerras se trata? Porque la fantasía acabaría con ese negocio que es la guerra, y la fantasía la ven bien solo para aumentar los negocios.

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