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El tío que vino a instalarme Internet se quedó mirando la pantalla de su móvil a mitad de la instalación. Pensaba que comprobaba algo, cuando me observó con cuidado desinterés y me dijo: "Es mi hermano". En la pequeña pantalla de su smartphone contemplo un salón y unas personas tumbadas en un sofá, sin camisa y con gorra, que no distingo muy bien. Ato cabos y me arriesgo: "Eso es Gran Hermano, ¿no?" Asiente. He acertado, así que me aventuro un poco más: "¿No es Gran Hermano VIP, dónde va el pequeño Nicolás?" Sigo en racha y me lanzo al vacío, rememorando las últimas informaciones que he escuchado de refilón por la calle: "Creo que le pagan tres mil euros al mes". "A mi hermano también", afirma con orgullo.

La pregunta obligada es a qué se dedica su hermano -gran hermano, si se me permite la chanza-, que resulta que ha sido Mister España y es de El Puerto de Santa María. Total, seguimos con la instalación, todo va viento en popa y él, muy diligente, me dice que le llame si hay algún problema, que a mi disposición y todo eso.

Cuando se va, echa un vistazo a mi pared, de la que cuelga un olvidado título de Licenciado en Periodismo. "¿Eres periodista?". "Sí, bueno, he trabajado muchos años, aunque la cosa está muy mal ahora". Sonríe pícaramente: "¡Un periodista!, a bueno le he ido yo a contar lo de mi hermano". Me ahorro todo el rollo de que no me dedicaba a la prensa rosa ni a perseguir exmister españas de El Puerto. Sonrío cordialmente y le doy las gracias. Esto funciona cojonudo, me digo. Me refiero al wifi, claro.

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