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No sé si la conocerán, pero la novela inacabada de Franz Kafka titulada El proceso, décadas más tarde magistralmente llevada al cine por Orson Welles, nos cuenta la historia de Josef K, un oficinista de banca que un día se ve arrestado sin conocer la causa de ello. El relato nos describe la agonía de un hombre que no comprende el porqué de su injusta detención, perdido en un laberinto burocrático realmente asfixiante, rodeado en todo momento de esperpénticos personajes que enrevesan su caso y evitan a toda costa una respuesta clara a sus interrogantes. Con esta angustiosa distopía, Kafka, entre otras cosas, criticaba el arcaico sistema judicial de la época y la feroz burocracia con la que tenía que lidiar a principios del siglo XX.

Si Kafka viviera en nuestros días podría haberse inspirado en Jerez, en la inoperante actitud del gobierno del PSOE ante los problemas más urgentes de la ciudad. Josef K podría ser cualquiera de los trabajadores afectados por el ERE que llevó a cabo el Partido Popular en 2012, podría ser cualquiera de estas personas que llevan cuatro largos años sumergidos en una pesadilla administrativa y judicial que no llega a su fin. Pese a haber sido declarados despidos improcedentes y arbitrarios por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, estas personas aún no se han reincorporado al Ayuntamiento.

Como Josef K, sus preguntas al sistema (jueces y políticos) solo reciben evasivas y aplazamientos, excusas algunas mejor fundamentadas que otras, pero al fin y al cabo excusas. Excusas y trabas que minan la moral de cualquier persona y que responden a una evidente falta de voluntad política por materializar un acuerdo de pleno que ya debería ser una realidad.

Pero este precepto de enmarañar y prorrogar las grandes decisiones políticas escudriñándose en motivos técnicos y burocráticos no es una acción aislada, es un patrón generalizado del Partido Socialista. Lleva ocurriendo mucho tiempo con el tema del ERE, pero lo hemos visto también con el tema de los Presupuestos del 2016 —a día de hoy incomprensiblemente sin aprobar—, lo sufrimos también en materia de empleo, dónde no hay un plan sólido para bajar de los 30.500 desempleados que hay en la ciudad o a la hora de afrontar la deuda municipal, in crescendo sin descanso. Tampoco se cumplen, por motivos a menudo ininteligibles, más de una decena de acuerdos de pleno, que acaban olvidados como si por allí jamás hubieran pasado.

El PSOE, amparándose en el miedo a incurrir en delito (otro de los nefastos legados del pachequismo) y en el estricto cumplimiento de la legalidad, posterga hasta el hastío las decisiones de más envergadura y talla política de Jerez. Por eso, en un año de gobierno apenas se le conocen decisiones políticas de relevancia, porque vivimos en un permanente stand by que no hace sino perpetuar las políticas neoliberales y de recortes impulsadas por el Partido Popular, un modus operandi que no va a rescatar a la gente de la crisis.

Mientras que el equipo de Mamen Sánchez —y su ejército de perfiles falsos en las redes sociales— parece más preocupado por enfangar la relación con los grupos políticos que le facilitaron la investidura, el tiempo corre. Mientras usan desafortunadas tácticas políticas para eludir sus responsabilidades, avanza el reloj y el jerezano medio sigue de un lado para otro inmerso en una rocambolesca maraña de subterfugios y autojustificaciones. Suena el tictac y la gente necesita una respuesta urgente a sus problemas, no un laissez faire al estilo Rajoy como el que practica Mamen Sánchez. Como decía Kafka, es una cuestión de prioridades: “En la lucha entre uno y el mundo, hay que estar de parte del mundo“.

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