Glasgow-Roma: cumbres borrascas

El problema del clima se refleja en esta actitud del capitalismo. La cumbre del G-20, los países más ricos del mundo, tienen otras prioridades y otras prisas

Vehículo a pedales. Glasgow-Roma: cumbres borrascas
Vehículo a pedales. Glasgow-Roma: cumbres borrascas

Glasgow era una ciudad industrial y un puerto. Industria pesada y minas de carbón. Su grito de cisne industrial, probablemente, fue el Queen Elizabeth 2. Como Bilbao, y en las mismas fechas, masas de desempleados y protestas generalizadas. Hoy, en las dos ciudades, el aire es respirable.

Durante décadas, muchos alcaldes quisieron repetir el milagro de Glasgow, o de Bilbao, en muchos actos de irresponsabilidad malgastadora, e hipotecaron sus pueblos y ciudades para un largo futuro, pero sin haber actuado con vistas al futuro, a un futuro que ya estaba anunciado y era reconocible, sobre las estructuras de funcionamiento de sus pueblos y ciudades: estructuras energéticas y de transporte, en primer lugar. Esos gobernantes creían tener visiones y ya dijo Helmut Schmidt que los políticos que tengan visiones lo mejor es que vayan al médico.

Todo el mundo parecía darse cuenta de que las viejas estructuras económicas, su vieja industria, no funcionaban ni prometían más futuro, y se lanzaron en los brazos de los mesías del consumo y la idea de que el capitalismo es tan elástico que no tiene límites de ninguna clase. Para esas fechas ya se sabía qué estaba pasando con el clima, pero las críticas eran acalladas a favor de la ideología neoliberal. Lo importante era ir y venir, consumir sin más límites que los que las tarjetas de crédito: una cubriendo a la otra, y la otra a la siguiente, y así. El endeudamiento surgido de ese estilo de vida arruinó a muchas personas o se tragó los ahorros de muchas familias en el intento de salvar a alguno de sus miembros. Ya se sabía que la basura salía en barcos a países del Sur, ese lugar lejano que solo sirve para ir de vacaciones y para dejar allí toda la mierda que nos sobra.

Las decenas o centenares de pueblos y ciudades que pretendían ser como Glasgow o como Bilbao olvidaron que el crecimiento económico es limitado y la saturación del mercado existe. La construcción de la Filarmónica del Elba, en Hamburgo, ha creado un nuevo símbolo para la ciudad, pero un símbolo con mucha menos fuerza para mucha gente que ya se daba cuenta del disparate colosal que suponía esa obra faraónica. Los precios de las entradas no los puede pagar cualquiera, aunque los más de 866 millones de euros hayan sido cubiertos con los impuestos de todos. El impacto de esta nueva pirámide sobre el clima está todavía por calcular. La competencia interna en la ciudad ha repartido las posibilidades, pero no las ha aumentado. El turisteo alemán o internacional puede tener un cierto tirón durante un tiempo, pero ya son muchas las Filarmónicas en Alemania y en el mundo. Y en eso llegó la pandemia.

El problema del clima se refleja en esta actitud del capitalismo. La cumbre del G-20, los países más ricos del mundo, tienen otras prioridades y otras prisas, a las necesidades que tienen las regiones del Sur de sus propios países, o a las necesidades de muchøs ciudadanøs conscientes de que la atención al clima no puede esperar. Los grandes empresarios y las grandes fortunas  van tomando decisiones que a una parte de la población le parecen muy interesantes y molonas, mientras lo que hacen es desarrollar coches con litio que destruirá, el litio, enormes regiones del mundo, además de la destrucción con su transporte, con su reciclaje, si resulta posible, y la destrucción de mayor superficie en las ciudades y pueblos para que los coches sigan circulando. Se nos presenta la situación como si un mundo sin coches no fuera posible. O peor: se nos presenta la idea de que los coches son un ser vivo necesario en el ecosistema.

Al mismo tiempo asistimos a los viajes de recreo al espacio de los grandes multimillonarios que, además de provocar más destrucción del Planeta con los tubos de escape de sus cohetes, nos muestran que ellos ya se están preparando para escapar de aquí cuando la Tierra no sea habitable. Algo, por cierto, cada vez más cercano. El objetivo del 1,5 de aumento de la temperatura del Planeta se nos escapa de las manos porque los ricos no quieren dejar de ser cada vez más ricos.

El Planeta tiene sus recursos limitados y sus posibilidades de metabolizar los daños del ser humano también están limitados. Se nos presenta la idea de que limitarnos a los límites de la naturaleza de nuestro Planeta es cosa de tristes; está demasiado enraizada la ideología capitalista que presentaba al bloque comunista como un lugar triste por sus escaparates y su falta de consumo. No, no seré yo quien haga aquí ninguna defensa del comunismo, cuya tristeza estaba, sobre todo, en su carácter de dictadura destructora de las personas. La pregunta es ¿cuánto de esa tristeza está embellecida en los escaparates de este capitalismo destructor de las personas?

De Glasgow salió, por cierto, lo que luego vino a ser el Modernismo; al menos fue uno de sus motores esenciales. Y el Modernismo fue uno de los procesos transformadores de todas las áreas de la vida más importantes en nuestra cercanía histórica: de la Glasgow School of Art. Las esperanzas sobre los resultados de la Cumbre del Clima no son, hasta ahora, tan prometedoras como para pensar que Escocia volverá a cambiar el mundo.

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