Género, patriarcado y poder masculino

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Miembro de la Asociación de Hombres Igualitarios de Andalucía. (A Rocío siempre, antes, después y luego)

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El patriarcado creó el género para dividirnos. Asignó roles y estereotipos. Ideó lo masculino y lo femenino. Nos dividió. Otorgó privilegios a la masculinidad, y discriminó a la feminidad, De esta forma logró generar desigualdad, y obtener el control y el poder.

Desde antes de nacer el género ya nos construye y nos separa como hombre o mujer, y conforme a sus estrictas reglas discurren nuestras vidas. Nos dice por ejemplo, qué es ser hombre, y qué es ser mujer. Aprueba socialmente nuestros comportamientos, o intenta destruirnos si nos atrevemos a transgredir sus normas.

El género también instrumentaliza y determina nuestra sexualidad, y la heterosexualidad se convierte en el paradigma de la normalidad. Tampoco la diversidad en las identidades es admitida, normalizando un división binaria de hombre y mujer, sin otras posibilidades.

Sobre estas ideas y estructuras, se construye la cultura y se normalizan e invisibilizan todas las desigualdades y los privilegios. La construcción de un mundo masculino, donde los modelos y referentes, la ocupación de lo público, el poder y las relaciones, son asignados a una mitad de la población, en detrimento de la otra. Esta construcción social de los géneros, ha logrado que los hombres hayamos interiorizado de tal forma nuestro rol, que seamos sujetos potencialmente peligrosos.

Urge cambiar, deslegitimar, y construir nuevas identidades mas ricas, plurales, igualitarias, y diversas. Apremia desmontar este modelo hegemónico, que está tras todas las violencias.

El feminismo, los feminismos, hace tiempo que se dieron cuenta, e identificaron quién era el enemigo. Patriarcado, género, y un concepto de hombre dañino y perverso. Pero los hombres, sindicatos, partidos políticos, y la sociedad en su conjunto, aun seguimos enredados buscando al enemigo equivocado.

Necesitamos saber, qué para cambiar esta realidad desigual, es necesario subvertir el actual sistema. Sustituir la violencia y las jerarquías, por la ternura, los afectos, y la empatía. Trabajar por una cultura donde el género y el poder de lo masculino no sean hegemónicos. Una sociedad androgina, que nos una y no discrimine a las personas, un espacio donde construir libremente nuestras identidades y orientaciones, sin patrón ni norma que nos condicione.

Porque el patriarcado está en el capital, en la apropiación de la riqueza, tras la lucha de clases, restringiendo las libertades y los derechos, congelando sueldos, y fomentando los empleos en precario. En el precio de la vivienda, la especulación, la privatización de la sanidad y la educación, la destrucción del planeta, y en la pobreza.

Este modelo omnipresente que asesina, viola, abusa, y maltrata a las mujeres, es la ideología que sustenta todas las desigualdades y explotaciones de la humanidad.

Feminizar los gobiernos, las estructuras sociales, y la cultura. Transformar la gobernanza, colocando los cuidados y los afectos como ejes centrales de toda acción política y social, solo se logrará con la participación masiva de las mujeres, y el cambio igualitario de los hombres.

Es necesaria una redefinición de los conceptos, la destrucción del género que nos limita, encorseta, y enfrenta a hombres y mujeres, y la construcción de una cultura que no nos separe. Universalizar la feminidad, y eliminar lo tóxico de la masculinidad. Un poder y un gobierno que no responda a jerarquías ni fuerzas ajenas a la empatía, la igualdad, y el bien común. Ese puede ser un hermoso objetivo para hacernos trabajar y soñar.

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