Si algo nos han enseñado Podemos y todo lo que está reinventando el tablero político en los últimos meses es que debemos olvidar nuestros complejos, nuestras miradas conformistas y la larga losa de la derrota de hace más de ochenta años, y salir a ganar. Y partiendo de esta idea, en los últimos meses están naciendo, entre otras, las candidatuas municipales de #GanarMadrid, #GanarMálaga y la precursora #GuanyemBarcelona.

Pero ante esto, e igualmente aplicable a Podemos, puestos a hacer autocrítica me surge la pregunta: ¿Qué es ganar? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de ganar el poder político? Somos cada día más los y las que defendemos que tenemos que ganar, que es urgente tomar el poder. Tomar el poder para, por ejemplo en cuanto a vivienda, aprobar una ley que expropie las viviendas vacías y las ponga al servicio de la gente o para que cuando vayamos a parar un desahucio usemos a la policía para defender a la familia frente al banco. Sin duda, nos sobran razones y estamos cargados de propuestas. La cuestión del poder ha sido estudiada ampliamente en ciencias políticas, con la idea siempre de responder a la pregunta ¿qué es tomar el poder? ¿Es que ganando unas elecciones generales, no digo ya autonómicas o municipales, tendremos el poder?

En el mundo en el que vivimos el poder no es una cuestión unívoca y centralizada. Existe el poder electoral, al que en teoría podemos acceder democráticamente, pero también existe un poder económico, un poder mediático o, por ejemplo, un poder militar, entre otros. ¿Tendremos entonces el poder económico por el hecho de gobernar un país o una comunidad o un municipio? Sin duda, no. Es justamente por eso por lo que creo que no estamos en una democracia. Más allá del mal uso del gobierno o el Estado, o de la corrupción o de los déficits de representación del sistema, es que en la teoría (incluso menos en la práctica) la mayoría de la gente solo tenemos acceso (y mal) a una pequeña parte del poder, simplemente al gobierno y al parlamento. Y esta crisis nos ha demostrado que cuando las cosas se ponen tensas, los parlamentos o los gobiernos mandan más bien poco frente al poder económico, el mediático y, estoy seguro que si se pusieran aún más feas, mandaría también poco frente al poder militar. Y es que al final, en el parlamento se decide sobre si se debe fumar en los bares pero el presupuesto del Estado lo supervisa la troika.

¿Quiero decir con esto que de nada sirve presentarse a unas elecciones o incluso tener el gobierno? No, nada más alejado de mi intención. Quiero decir que no podemos pensar que por tener un gobierno, al nivel que sea, conseguiremos #Ganar de verdad. Es decir, que en el sistema actual un gobierno o se limita a mal-gestionar lo que hay o tendrá que entrar en conflicto con los que tienen el poder, pues al final si nos metemos en esto es para hacer que una mayoría tenga el poder: Demo-Cracia. Expropiárselo a unos pocos para dárselo a muchos. Y puesto que tendremos que entrar en ese conflicto, tendremos que ver cómo ganarlo.

Las experiencias de muchos países nos indican que cuando un gobierno de la mayoría ha tratado de ser valiente, y de verdad #Ganar, y sé que somos muchos las que queremos hacerlo, ha debido salir a la calle, y tener el poder social, pues es la única forma de contrarrestar al poder económico de unos pocos. Y para ello hay que combinar las elecciones con la calle. Tenemos que tener gobiernos de la mayoría, pero con un pueblo detrás organizado y peleando.

Es decir, que a la vez que tengamos gobiernos sacando leyes antidesahucios tenemos que tener colectivos, asociaciones, movimientos o la forma social que la gente quiera para organizarse, parando los desahucios, creando alternativas, metiendo miedo a los bancos y ocupando viviendas vacías. La única forma que tenemos de ganar es combinar lo institucional con ir creando eso que llaman poder popular, descentralizando decisiones y educando a una mayoría de la gente en la participación, la toma de decisiones y la movilización.

Y hago hincapié en la mayoría, no en la mayoría de nuestra gente, sino de la gente. No se trata sólo de confluir entre uno y otro partido, o entre un grupo de activistas y los movimientos sociales. Se trata de pensar a lo grande, de generar un espacio que nos permita tomar el poder electoral y generar poder social. Para lo uno y para lo otro necesitamos ser miles en Jerez y tener un pie en el Ayuntamiento y mil en las calles. Y, sobretodo, preguntarnos a nosotros mismos para qué queremos ganar.

De lo contrario, corremos el riesgo de ganar unas elecciones, meter a nuestra mejor gente a gestionar ayuntamientos arruinados y con poquísimo poder de maniobra y acabar inmersos en una vorágine burocrática que nos haga justificar lo injustificable con la excusa del mal menor. Y para ese viaje no necesitábamos alforja. ¿Qué queremos hacer? ¿Gestionar el sistema poniéndole un rostro humano o de verdad queremos ganar por, para y desde la mayoría? Si queremos lo primero, nos bastará con ganar unas elecciones, y tratar de hacerlo lo mejor posible, pero me temo que acabaremos como Zapatero en mayo de 2010, vendiéndonos al mejor postor de los mercados. Porque poco margen hay para terceras vías sin traicionar a los que nos han votado.

Si algún día cercano, nos llamemos como nos llamemos, gobernamos nuestra ciudad, lo haremos para, por poner un ejemplo, municipalizar de nuevo la gestión del agua. ¿Pensamos acaso que llegaremos al Consistorio, y diremos “oye, que el agua para nosotros otra vez, ¿vale?” y van a aceptar encantados porque tenemos la legitimidad democrática de las urnas? Pues no. No vamos a hacer política para la mayoría sin enfrentarnos a los beneficios de una minoría que tiene el poder económico, y para ello la única forma será tener el poder electoral junto al poder social de las movilizaciones en las calles y la hegemonía en la mayoría de la gente. Seguro que si en el momento de recuperar el agua hay miles de personas en nuestras calles reclamándolo, nos miran ya de otra forma.

Y es que cuando nos llegue el momento de tomar decisiones profundas, de colocarnos de un lado u otro, o traicionamos a la mayoría o ganamos de verdad, y para ello tendremos que tener el poder social, de una mayoría de la gente convencida, organizada y dispuesta a defender lo que es justo. O de lo contrario perderemos. Y esta quizás sea nuestra última oportunidad, Le Pen espera nuestro fracaso a las puertas de los Pirineos.

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