El fútbol andaluz como caleidoscopio social

Los niños y las niñas de Sevilla sueñan con debutar en el Ramón Sánchez-Pizjuán o en el Benito Villamarín y no en el Bernabéu o en el Camp Nou

Joaquín, celebrando un gol.   REAL BETIS
Joaquín, celebrando un gol. REAL BETIS

Sevilla y Betis, Betis y Sevilla confinan a cerca de 100.000 abonados que les siguen devotamente en cualquier circunstancias, en la salud y en la enfermedad. “Cuando menos te lo merezcas será cuando más te apoyaré porque seguramente será cuando más lo necesites”, se podía leer en un pancarta colgada en un graderío de gol norte o gol sur. Sevilla es la única ciudad de España donde no hay ninguna peña del Madrid o del Barza. Entre los dos clubs suman 11 títulos estatales y 7 siete títulos europeos. En la segunda competición europea, que realmente es el segundo torneo mundial, la Europa League, Sevilla es la ciudad líder de trofeos continentales. 

Durante decena de años los dos clubs son habituales en la primera división  y en las competiciones continentales. La cantera sevillana reúne a casi el 30% de los jugadores campeones del mundo en el 2010. La densidad y extensión del fútbol base sevillano alimenta la economía y la vida deportiva de los dos clubs. Los niños y las niñas de Sevilla sueñan con debutar en el Ramón Sánchez-Pizjuán o en el Benito Villamarín y no en el Bernabéu o en el Camp Nou. Los dos estadios, con capacidad para más de 100.000 espectadores, son obra y propiedad de los clubs y no han necesitado ni subvenciones ni apoyos públicos. Puro reservorio de orgullo y empoderamiento banal. ¿O quizás no tan banal no?   

Y todo este capital simbólico, deportivo y social ha sido conseguido sin recurrir a oligarcas rusos, jeques árabes, especulares madrileños o chinos. Los gestores, unos mejores y otros peores, son cosecha de la casa, sangre de nuestra sangre, capital autóctono para bien y para mal. Pero el verdadero activo no han sido estos gestores, mucho de ellos deplorables, sino la inquebrantable y masiva lealtad de las gentes a lo largo del tiempo. Con estrategias emocionales distintas que van desde el “nunca se rinde” al “manque pierda”; el fútbol sevillano ha fortificado la resilencia ante los avatares de la competición. Aunque los caminos son diversos el resultado es el mismo: siempre es posible levantarse y continuar, seguir viviendo. 

Ya sé que esto es solo fútbol, un capricho banal, un  lujo de la chusma; pero puede ser también, a pequeña escala, un caleidoscopio social andaluz ahora que gentes a caballo venidas del norte amenazan con una nueva reconquista. Sólo el pueblo salva al  pueblo. Solo la plebe salva a la plebe. Y digo esto hablando de una cosa tan plebeya como es el fútbol. He insistido en muchas ocasiones en volver la mirada hacia estos objetos oblicuos a los que tradicionalmente la izquierda ha sido ciega. Por encima de la calidad o habilidad de nuestro dirigentes, nos queda confiar en nosotras y nosotros mismos. Esta es la lección que nos da la chusma sevillana en un asunto tan irrelevante como es el fútbol. ¿O no?

 

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