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Giro la cabeza para tomar aire, el sexo es una pulsión que nos salva, nos hace sentir vivos.

Giro la cabeza para tomar aire, el sexo es una pulsión que nos salva, nos hace sentir vivos. No encuentro nada más dispuesto a sacarnos de la apatía y la desgana. Sumergida en esta humedad tibia todo es mucho más claro, pensé que iba de ida y que el retorno me era siempre posible pero desde el principio debimos aprender cuan de escasos son los caminos de vuelta. Me sumerjo un minuto y acompaño mis brazos de una cadencia exacta, exhalo e inhalo a intervalos precisos. Estuvo con nosotros desde el principio, no importa que no fuéramos conscientes, la consciencia está ahora en un ritmo que dura como un clímax.

Mis piernas no conducen, impulsan a mi cuerpo. Te sigo, no importa que tú estés más allá de todos los encuentros. Tengo casi tres cuartos de hora por delante habitados solo por ti, por mí y por ese dolor sordo que no se me desprende. No importa, siempre hay algún segundo que se le escapa, en el que no controla, en el que no golpea. ¿No es ese glorioso espasmo u orgasmo justo lo que nos llena y nos culmina?

Pretendo que no haya ningún breve descanso y sé que no es posible. El ímpetu se agota, los músculos se ablandan en un sopor suave, suspiro. El albornoz me envuelve en el corto trayecto hasta la ducha. La presión del agua desprende el cloro de mi cuerpo. Me visto con urgencia, llego tarde al trabajo, debería nadar después de la jornada pero no me lo creo. Cuando no te antepuse, acabó sucediendo y es que somos tan frágiles. Contigo me comienzo la jornada, no pienso posponerlo, si hoy ya no estás tú, yo puedo irme en cualquier momento.

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