La filosofía y la guerra.
La filosofía y la guerra.

La invasión de Putin contra Ucrania me ha llevado a querer entender lo máximo posible sobre qué separa a Ucrania de Rusia, y todos los medios que en Ucrania se han buscado para tratar de ser un país independiente de Rusia. Con el Memorándum de Budapest, 1994, por el que Ucrania entregó todo su arsenal nuclear a Rusia, a cambio del respeto a sus fronteras de aquel momento y la paz, no llegó la paz que los ucranios buscaban. Ahora, la invasión se ha convertido en una guerra de exterminio y veremos con qué consecuencias reales.

Rusia prometió esa paz perpetua con EE. UU. y Reino Unido como garantes de que la promesa se cumpliría. Las fronteras que se garantizaban eran las de la Conferencia de Helsinki de 1975, reconocimiento que por parte de la Unión Soviética selló Leonidas Brézhnev en Ginebra. Aquel acto obligaba de una forma individual y directa a cada firmante a cumplir lo firmado. Los contenidos de aquel documento recuerdan los contenidos de La paz perpetua, de 1795, de Immanuel Kant, el filósofo de Königsberg, ciudad que hoy se llama Kaliningrado, reactivada en las últimas semanas o meses como base de armas ofensivas de guerra a gran escala, por parte de la Federación Rusa, según diferentes servicios de inteligencia occidentales.

No hay guerra que no se haga sin soldados que usen armas, pero no hay estrategia de guerra para la que no se use la Filosofía, teniendo en cuenta que la primera estrategia de guerra ha sido, desde antiguo, evitar la guerra, que no haya guerra, que los conflictos se resuelvan mediante la conversación y el pacto o la disuasión. El contenido de La paz perpetua y el de la Conferencia de Helsinki de 1975 parecerían animadas por aquel mismo idealismo nacido del espíritu revolucionario francés de 1789, hoy destruido por el imperialismo más feroz. Cuando digo hoy no me refiero a que el imperialismo se haya inventado con la invasión de Ucrania; tratar de utilizar la equidistancia y el odio o los resentimientos hacia la OTAN para tolerar, comprender o callar parcialmente sobre el horror que ha puesto en marcha Putin, algo que están haciendo sectores de la izquierda en Alemania y en España, es ingenuo y extremadamente irresponsable.

EE. UU., China y Rusia son tres poderes imperiales e imperialistas que buscan su mayor poder con la expansión de sus territorios, y con la invasión si los gobiernos de los territorios deseados no se dejan gobernar como títeres. Los tres. Los tres juegan su partida de ajedrez y todos nosotros somos sus peones. Aunque no deberíamos olvidar que los peones de Ucrania lograron expulsar al presidente pro ruso Yanukóvich, como no deberíamos olvidar tampoco, que Mariúpol era una ciudad mayoritariamente de habla rusa: cerca del 63% de su población total. La visión ingenua de esos sectores de la izquierda es posible que esté impidiendo una gran protesta europea de la sociedad contra la invasión de Ucrania.

No hay guerra sin Filosofía o, para decirlo mejor, la Filosofía impediría la guerra, si leemos con perspectiva El arte de la guerra, de Sun Tzu, especialmente la edición dirigida por José Ramón Ayllón, un filósofo que menciona un buen ramillete de pensamientos de filósofos que recomiendan, constantemente, la prudencia, la verdad, la conversación y el pacto. Putin ha ignorado todas y cada una de las recomendaciones para no hacer la guerra, porque su deseo era hacer la guerra, esto quedó claro en el Consejo de Seguridad que celebró ante la televisión y en el que su Jefe de los Servicios Secretos tartamudeada por el temor de no poder expresar sus propias opiniones, y bajo una presión pública colosal a la que le sometió el propio Putin.

Estos días ha vuelto a ser noticia la Filosofía en nuestra España y parece una ironía que haya vuelto a ser arrinconada, a pesar de las promesas, y a la espera de que las Comunidades Autónomas decidan otra cosa. La Filosofía que desde Platón critica el sofismo, las fake news de hoy, la impostura de toda la vida de tratar de que pase la mentira como verdad, con malabarismos de palabras que ni ayudan al Sahara ni contribuyen a la paz perpetua, ni a la prudencia evitadora de mayores conflictos en el futuro, sin contar con que no se resuelven los del presente.

Gorgias o de la retórica sigue siendo actual y necesario, aunque puedo aceptar que muchas personas lo consideren un tocho, que no lo quieran leer: hay una sátira disponible en you tube, quizá la más importante en lo que va de siglo, en lengua castellana, que puede ser el primer paso para acercarse a ese diálogo de Platón algo más antiguo. Una sátira, que no es otra cosa que un espejo puesto ante la sociedad. Necesitamos las palabras, la verdad y la inteligencia para hacer la paz, porque con las armas se hace la guerra. Y con palabras tramposas también.

Hacer la paz. La invasión de Ucrania ha llevado al entusiasmo armamentístico de no pocos, especialmente de los fabricantes de armas, pero en los periódicos alemanes se ha podido leer sobre las dudas de para qué sirve un paraguas protector del territorio alemán, que cuesta miles de millones de euros, si técnicamente podría ser ineficiente. La misma pregunta le planteaba Armin Wolf, periodista del programa ZIB 2, de la austríaca ORF, al general en jefe de la Fuerzas Armadas de su país. La pregunta quedó en la vaga respuesta de hay que comprobar todavía.

Pero habría una respuesta llena de futuro a esa pregunta. La quiebra de toda norma y el establecimiento del caos más puro, que establece la invasión de Ucrania por parte de Putin, nos exige la responsabilidad de explorar todas las posibilidades para alcanzar la paz perpetua, que como se vio en la Conferencia de Helsinki, y como insistió en establecer el Memorándum de Budapest, debería ser nuestro verdadero objetivo. Robert Reich tiene un pensamiento muy sugerente y ha producido en mí la energía para pensar que la paz se hace sin soldados ni armas en nuestro mundo capaz de destruirse a sí mismo y con todas las normas, incluso las de la guerra, destruidas en beneficio del capricho de quien posee el botón nuclear.

Robert Reich, ex ministro federal de Trabajo de EE. UU, profesor de Políticas Públicas en la Universidad de Berkeley, explica, en un interesante artículo, la enorme inversión que hizo EE. UU. en educación superior a finales de los años 50, e impulsada por la aparición del satélite soviético Sputnik, para “garantizar una mano de obra capacitada de suficiente calidad y cantidad para satisfacer las necesidades de defensa nacional de Estados Unidos”. Esas inversiones en educación produjeron un enorme avance en nuevas tecnologías y nuevas posibilidades de multilateralismo.

Si sabemos que la guerra se provoca por modos de pensar y percibir la realidad, y que solo es posible pensar ordenada y sanamente con una formación humanística amplia y profunda, ¿por qué no invertimos en tecnologías para hacer la paz que mejoren el modo de pensar ordenado y sano? No, no vale aquí el relativismo de que cada uno tenga su opinión, porque no es cierto. Cada uno tiene su ocurrencia, esto sí es cierto. Tener una opinión es algo más laborioso y para esto necesitamos mejores formas de pensar, formas de pensar que no estén atrapadas por la frivolidad, por intereses oscuros o ajenos al bien común. Necesitamos ingenieros, sí, y ecólogos, biólogos, químicos, urbanistas, para proteger nuestro Planeta, y necesitamos humanistas, para proteger a la Humanidad. La Filosofía es la única disciplina capaz de ofrecernos la posibilidad de conocer la realidad humana y desarrollar un pensamiento crítico que nos permita crecer, pensar con verdad, conversar con verdad, entendernos sin disimular, canalizar las controversias sin matarse.

Se ha dicho muchas veces que estábamos viviendo el período más largo sin una guerra total en Europa desde hacía mucho tiempo, y este mérito se le atribuía a la Unión Europea. No, no ha sido Europa, que se destruyó a sí misma; ha sido la conversación y el pacto lo que ha construido la Unión Europea. Debemos seguir avanzando en la tecnología de la conversación y el pacto, y la Filosofía es el conocimiento necesario para desarrollar la tecnología de la paz. Necesitamos , como en los años 50 de los EE. UU., una inversión masiva en Filosofía, Politología y todas las Humanidades para proteger a la Humanidad. Necesitamos desarrollar enormemente las tecnologías para la paz, basadas en el conocimiento, la verdad, el diálogo y el acuerdo.

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído