En general, resulta cansino el abuso de la celebración de efemérides que se produce hoy en día, por eso precisamente resulta chocante que el Ayuntamiento no se haya volcado en mayor medida con el vigésimo aniversario del Festival de Jerez. Veinte años es una cifra lo suficientemente redonda como para haber programado algo especial, algo grande en la calle. Es un hecho que el Festival está plenamente consolidado en Jerez, nadie duda del beneficio que supone para la economía de la ciudad (bares, restaurantes, hoteles, tiendas) un evento que se prolonga a lo largo de casi tres semanas, aunque tanto tiempo después de su inicio sigue habiendo un cierto desencuentro de buena parte de la ciudadanía hacia el mismo.
Por ahí tal vez es por donde se podía haber hecho algo más, algo propio del Ayuntamiento que, por un lado, homenajeara al Festival y, por otro, lo hiciera más palpable en la calle para lo que se llama habitualmente gran público, más allá de su colaboración en exposiciones y muestras que en la mayoría de los casos son iniciativas ajenas (la estupenda exposición Objetivo Flamenco, de Juan Salido en la plaza del Arenal –por cierto, Juan, te lo dije y desgraciadamente se cumplió- o los espectaculares murales de las ‘Presencias’ de Juan Carlos Toro) aunque cuenten con la colaboración del Ayuntamiento o el Teatro Villamarta. No soy yo partidario de grandes fastos y menos aglomeraciones –a mi edad ya…– pero creo que hay ocasiones en que hay que echar el resto. Vale. Para el vigésimo quinto…
CODA: Mención aparte merece Flamencook. Cocina con compás, que me lo comí, Paco, me lo comí, y mira que tenía una pinta estupenda. Para la próxima...