Feministas mucho feministas

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

La gran mayoría de la gente vive el margen de un debate que se está dando en las redes sociales y en foros minoritarios sobre la Ley Trans, norma que el Ministerio de Igualdad está elaborando para dar cumplimiento a sendos programas electorales de PSOE y Unidas Podemos y al acuerdo de coalición por el que ambas fuerzas políticas formaron el primer gobierno de coalición progresista desde que recuperamos la democracia en 1978.

El texto legislativo, que todavía no se ha concluido su redacción y que tendrá que ser enviado al Consejo de Ministros para su aprobación como anteproyecto de ley, ha hecho que un sector del feminismo, autodenominado como feminismo radical, coincida a pies juntillas con los argumentos contrarios de la ultraderecha.

¿Se acuerdan de aquel autobús de la organización ultraderechista Hazte Oír, que en 2017 recorrió España para decir que “los niños tienen pene y las niñas tienen vulva”? Por arte de birlibirloque, este sector del feminismo, minoritario pero con potentes altavoces y bien situado en lugares de poder político, económico y académico, ha situado los genitales como categoría de análisis para negarle la condición de mujer a las mujeres trans. De los hombres trans nada dicen. Esto de la misogonia y el machismo lo tenemos tan interiorizado que ni ellas, feministas mucho feministas, leídas, con buenos sueldos y mejores curriculums, se libran.

¿No lo entiendes, verdad? Yo tampoco. Pero bueno, para no aburrirte demasiado, te diré que estas feministas mucho feministas se niegan a que se apruebe una ley para sacar de la marginalidad social a las personas trans. Se niegan a que dejen de ser consideradas enfermas mentales y que se les facilite su DNI con el sexo sentido sin mutilar su cuerpo, sin obligarlas a someterse a operaciones de reasignación de sexo y pasar durante varios años por una consulta psiquiátrica o psicológica que les diga a estas personas cuál es su identidad.

¿Se imagina que el resto de los mortales tuviéramos que pasar por el psiquiatra para que nos digan quiénes somos? ¿Se imaginan que una persona que sufre un cáncer de testículos y se los extirpan deje de ser hombre? ¿Se imagina que a las mujeres que no tienen úteros se les niegue su condición de mujeres? Yo tampoco, pero estas feministas mucho feministas y la ultraderecha están dispuestas a negarle a las personas trans su identidad.

Bueno, al caso, que estas señoras, feministas mucho feministas, tienen entre sus argumentos principales que las leyes no pueden legislar sentimientos. Vamos, que las leyes no pueden legislar para proteger a las personas trans, con tasas de desempleo cercanas al 80% y una tasa de suicidio que multiplica por tres a las de las personas que se sienten cómodas con su género o sexo asignado al nacer.

Estas feministas mucho feministas, negando que las leyes legislen sobre sentimientos, están pidiendo de hecho la derogación de las leyes de reproducción asistida o de libertad religiosa. ¿No es acaso querer ser madre un sentimiento? Si la biología no quiere que una mujer sea madre, las leyes no pueden legislar el capricho a ser madre, dirían, parafraseando su argumentación en contra de la Ley Trans, estas feministas mucho feministas.

La última feminista mucho feminista que ha escrito un artículo en contra de la Ley Trans es Soledad Gallego, aquella feminista mucho feminista que fue directora de El País sin que se notara el feminismo a su paso. Dice la señora periodista que los sentimientos no se legislan, que sólo hay que legislar acciones.

¿Derogamos el matrimonio que convierte en institución un supuesto sentimiento de amor del que la biología no dice nada? ¿Derogamos las ocho horas laborales porque fue un sentimiento, un deseo, del movimiento obrero? ¿Derogamos la ley del aborto porque legisla el deseo de las mujeres a decidir sobre su maternidad?

No quiero dar más ideas, no vaya a ser que estas feministas mucho feministas se vengan arriba y profundicen en su alianza con la ultraderecha para derogar más leyes que legislan sobre ese deseo irrefrenable que tenemos los seres humanos de progresar, de vivir con dignidad y felices y de que las leyes se adapten a nuestras vidas, no nosotros a las leyes.

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