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Hace unos años publiqué un libro titulado Chispa & humo cuya protagonista pasa una especie de crisis de los cuarenta. En realidad es más bien su entorno el que se la hace pasar, pero en fin, esa no es la cuestión… La cuestión es que escribí aquel libro a los diecinueve años y no son pocas las mujeres cercanas a los cuarenta, o mayores, que me escriben para decirme qué les ha parecido y que no se creen que lo escribiese con menos de veinte años. No, no es alta literatura, no es que mi estilo literario superase sus expectativas, sino que ¿cómo demonios puede una chica de diecinueve años ponerse en la piel de una mujer de cuarenta y acertar? Yo no lo veo tan complicado; me parecería mucho más difícil pretender que entiendo a una chica de diecinueve hoy en día.

Creo que es cuestión de saber escuchar y leer a la gente. Cosa que, creo, hacemos poco, o hacemos mal. O lo hacemos mal porque lo hacemos poco.

En aquel libro puse a mi protagonista en situaciones más o menos cotidianas, algunas particularmente desagradables, y procuré imaginar cómo una mujer en su situación habría reaccionado. ¿Qué haces si descubres que tu mejor amiga está sufriendo malos tratos en su casa, pero que no quiere divorciarse?, ¿qué haces si hay gente que ataca tu trabajo y tu ego sin despeinarse, sabiendo que tiene el poder de hundirte y sin conocerte de nada?, ¿qué haces si te enamoras de un hombre casado?, ¿qué haces si el marido de tu hermana te propone que os acostéis?, ¿qué haces si una de tus amigas quiere abortar porque descubre que su embarazo ha sufrido un problema severo y que el feto viene con deformaciones?, ¿qué haces si tu madre cree que eres lesbiana a los cuarenta, porque no te has molestado en demostrarle que eres heterosexual, y hace de ello un drama?

Todo esto desde la perspectiva de una mujer de clase trabajadora, que tampoco es lo habitual. Nada es o blanco o negro, esa es la gracia de escribir personajes más realistas que cualquier Mary Sue. Lo curioso es la cantidad de veces que me han preguntado si soy feminista, sólo porque mi protagonista no es un personaje binario. No se limita con etiquetas de ningún tipo, y puede tener una respuesta muy progresista o muy conservadora dependiendo de la circunstancia que se dé. Para cada circunstancia que esa mujer vive y enfrenta, hay un hombre que provoca la situación o que la encara junto a ella de forma liviana. La perspectiva femenina es diferente, y aporta matices propios, lo cual es interesante, pero yo siempre me quedo pensando cuando me hacen esa pregunta: ¿Eres feminista?

Según parece, si digo que no soy feminista, paso automáticamente a ser machista, y si algo tengo claro es que machista seguro que no soy. Pero la primera vez que me lo preguntaron, hace unos años, dije que no. Que no era feminista. Dije que creía en la igualdad sin etiquetas de ningún tipo, pero el problema no es la etiqueta. Con el tiempo entiendes que sí, feminista es todo aquel que crea y luche por la igualdad, sin más, así que supongo que lo soy, aunque nunca me haya parado a decidirlo. Y también entiendes que el problema del “feminismo” son las Mary Richardson que se autoproclaman feministas y hacen mucho, mucho ruido, hasta colocarse el cartel de abanderadas, sin tener, en absoluto, idea de que no sólo la igualdad de derechos es importante sino el derecho a ser diferentes y a que respetar los puntos de vista sin violencia de ningún tipo es primordial. Para conseguir el voto femenino en Inglaterra las mujeres pasaron un calvario y recurrieron al vandalismo porque su situación era desesperada, pero hacer volar por los aires un buzón de correos no es comparable a acuchillar un Velázquez.

Digamos que, como feminista que soy, tengo claro que me gustan los cuadros de Velázquez, y que por eso acabo escribiendo libros como Chispa & humo.

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