El Parlamento Europeo, en una imagen reciente.
El Parlamento Europeo, en una imagen reciente.

Europa, una vez más, vuelve a estar amenazada en su existencia. No hay tiempo para refranes como el de que viene el lobo, ni ninguno otro. No viene el lobo, qué lobo ni qué lobo. Dejemos a los lobos en paz.

Viene Polonia, o mejor dicho, viene el actual Gobierno de Polonia, amparado por un parlamento que lo sostiene y que ha legislado a favor de constituir una Justicia a la medida del Gobierno de turno. De esa legislación, la de un gobierno claramente escorado hacia la ultraderecha, surge un Tribunal Constitucional que anuncia que la legislación europea hasta ahora aceptada ya no le obliga, con las consecuencias que ello acarrea. De hecho, el Tribunal Constitucional polaco sitúa a su propio país fuera del alcance de los tribunales europeos de un modo unilateral y le permitiría hacer lo que le diera la gana.

No perdamos de vista lo que es el Estado: la posibilidad, real, material, de aplicar la Ley o las decisiones judiciales “por la fuerza si fuera necesario”. En este sentido, Europa es un Estado gracias al compromiso aceptado de los estados que la forman para defenderla. Europa  se diseñó, sin embargo, con otro concepto de la ‘violencia latente del Estado’, el concepto económico. Los incumplimientos por parte de los países se castigan con determinadas sanciones económicas o la congelación de los fondos que le corresponderían. Este es el caso que se abre para Polonia.

La estrategia no es nueva. Aunque Reino Unido no llegó tan lejos, ya hace unos días amenazaba con hacer una interpretación propia de los tratados de su salida de la Unión Europea, agobiada por las consecuencias de su propia decisión de salirse de Europa.

Europa, con todas las críticas que debemos ejercer contra su funcionamiento excesivamente burocratizado y poco democratizado, es una garantía contra la posibilidad de una nueva guerra total en Europa. Tras las terribles experiencias de la I Guerra Mundial y de la II Guerra Mundial, incluido el Holocausto, Europa ha vivido una ausencia de guerra total, aunque no han faltado amenazas reales. La guerra de los Balcanes, con todas sus barbaridades, puso sobre la mesa, de modo muy claro, lo frágil que es la paz y lo rápido que se forma una guerra.

A la pregunta sobre qué llegaría a hacer un país como Reino Unido si decide aplicar los tratados del Brexit por su cuenta y riesgo le sigue la pregunta, más importante aún, ¿qué haría la Unión Europea? Recordemos que el origen de la II Guerra Mundial no está lejos de los resentimientos en Alemania nacidos, también, o aumentados, por unas indemnizaciones, salidas del Tratado de Versalles, que pudieron haber sido draconianas. No estoy simplificando hasta el absurdo el fascismo, pero conviene no olvidar que hubo elementos que lo alimentaron o que le dieron ‘razones’ para existir. Veamos que todos los fascismos actuales europeos presentan siempre quejas y reclamaciones económicas. Lo que a su vez no significa que todas las reclamaciones económicas sean fascistas: mucha atención. Veamos que la pandemia ha hecho despertar a muchos conservadores sobre el peligro real de la pobreza y la exclusión social amparados por el neoliberalismo.

La decisión de Polonia, da la impresión, continúa y aumenta el órdago a la Unión Europea iniciado por Reino Unido. Polonia o Hungría llevan años desafiando el orden constitucional europeo en materia de derechos y libertades, y lo que ahora intenta Polonia es situarse fuera del alcance judicial europeo para continuar con sus ataques a ese orden constitucional de derechos y libertades. Veamos que lo interesante del asunto reside en que Polonia, ni con el actual Gobierno, desea abandonar Europa. Digámoslo mejor: Polonia no quiere salirse del negocio europeo de la solidaridad económica y del comercio, pero ni Hungría ni Polonia tienen el menor respeto por los derechos y libertades que Europa exige para poder hacen negocios en su territorio.

De esta situación podríamos obtener una imagen de cómo determinadas derivas judiciales en España podrían terminar, si también España decidiera que ni Bélgica, ni Alemania, ni Italia ni la Unión Europea le van a venir a decir al Tribunal Supremo cómo y a quién se juzga. El ejemplo lo tenemos ante nuestros ojos y deberíamos tentarnos bien la ropa antes de otorgarle a la Justicia española un alcance que no tiene. Aceptemos ya que pertenecer a Europa es tener menos soberanía nacional, y que es bueno en muchísimos sentidos; en especial en la vigilancia permanente que un sistema democrático exige para que no deje de serlo.

Polonia nos muestra el peligro real, material, de cómo un país, con su Estado, puede perder el rumbo democrático y someter a su población a eso que en Alemania conocemos bien bajo el concepto de Unrecht, o sea, un Derecho aplicado o enunciado a través de Leyes contrarias a las personas, sus derechos y sus libertades.

Europa, su existencia democrática y la ausencia de guerras, la defendemos todøs y cada uno de nosotrøs con la expresión diaria de nuestras posiciones políticas entre amigos, vecinos o compañeros de barra de bar. El fin de Europa es el regreso a la barbarie.

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