Etiquetas

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Lo que le mostramos al mundo tarda siete segundos en mostrar la imagen de lo que nos gusta, de a qué nos dedicamos y cómo vivimos al mundo a quien nos mira

Hace ya un tiempo hicieron el experimento sobre el que me gustaría reflexionar hoy. Dicen que nos toma siete segundos para adquirir un prejuicio sobre el aspecto de cada persona. Pero vamos al experimento. Seis desconocidos cenaban sin luz, cada uno contaba sus hobbies, y a lo que se dedicaba y los demás imaginaban cómo sería su imagen. El resultado: la imagen que sus palabras daban no tenia absolutamente nada que ver con la realidad de cada uno de los individuos. 

Y es que nuestra imagen, lo que le mostramos al mundo tarda siete segundos en mostrar la imagen de lo que nos gusta, de a qué nos dedicamos y cómo vivimos al mundo a quien nos mira. Pero no da una imagen real, da la imagen que nuestros prejuicios y las etiquetas asumidas por nuestro cerebro asume para una forma de vestir y una actitud ante la vida. Y es que desde que somos pequeños, desde los libros, hasta la televisión y el cine, forman en nuestro cerebro la imagen correspondiente a una serie de etiquetas que son las que conviven con nosotros con el paso del tiempo.

Por ejemplo, los malos siempre son feos, y es que las brujas de cuento en la mayoría de las ocasiones tienen verrugas, incluso el lobo de caperucita tenía un aspecto feroz y feo. Sin embargo los buenos del cuento son muy guapos. Cuando en un libro nos quieren mostrar un atleta, alguien que hace deporte nos lo muestra con un cuerpo atlético, con todos sus músculos, recogiendo una medalla en un pódium. Los gorditos nunca hacen deporte, siempre están comiendo tarta tumbados en un sofá mientras sus barrigas sobresalen a un pantalón y un jersey que aguanta a lo justo.

Y luego el tiempo y los acontecimientos nos hacen ir asumiendo una serie de prejuicios que vamos asumiendo como reales en esos siete segundos. Por ejemplo, los atentados del estado islámico nos ha llevado a tener una imagen de desconfianza cuanto menos de cualquier persona que nuestro cerebro reconozca como musulmán ya sea por vestir una chilaba o llevar un velo. Incluso una procedencia nos da para nuestro cerebro etiquete a la persona que tenemos enfrente sea bueno haciendo unas u otras cosas. Los andaluces son siempre graciosos, a los catalanes ahora además de ser un tanto huraños con el dinero, nuestro cerebro los tachará de independentistas, los alemanes son bebedores de cerveza, y los ingleses, por ejemplo, tienen ese aspecto de seriedad que les da el te de las cinco. 

Y es que cada característica física, cada hobbie, cada procedencia y cada profesión tiene en nuestro cerebro una serie de etiquetas que adquirimos a lo largo de nuestra vida, de lo que vamos viviendo a lo largo de ella y de todo lo que sucede a nuestro alrededor. En cada uno de nosotros está romper esa barrera de los siete segundos, y aterrizar a nuestro cerebro en la realidad. Una realidad en la que las etiquetas globales no sirven y en la que debemos ocuparnos de romperlas, de dejar esas etiquetas para las latas, los paquetes de galletas y todo aquello que debe llevarlas y quitárselas a las personas. No quedarnos con la imagen, conocer a la gente sin ningún tipo de etiqueta preconcebida, romper todo aquello que nos da la primera impresión y quedarnos con la realidad de quien tenemos enfrente.

Os dejo el video aquí abajo, reflexionemos, cada etiqueta nos da un prejuicio, una realidad que no es, una forma de relacionarnos con los demás que frena según las etiquetas. 

Rompamos las etiquetas, dejemos de ponernos etiquetas, rompamos con los prejuicios y relacionemos, aprendamos a conocernos como un lienzo en blanco, un cuadro sobre el que pintar la realidad de los demás, una historia personal que debemos escribir lejos de las etiquetas y todo lo que ellas conllevan. Porque por encima de todo la única etiqueta que debemos llevar es la de ser persona, seres humanos que vivimos por encima de todas las etiquetas que nos han colgado.