Anuncio del cese definitivo de la actividad armada de ETA.
Anuncio del cese definitivo de la actividad armada de ETA.

Yo estaba ocupado y recuerdo que alguien me avisó de que ETA dejaba las armas, aquel día 20, e inmediatamente me fui a los periódicos. Efectivamente. Me envolvió la emoción y las lágrimas pugnaban por salir. Nunca hubiera pensado que ese día pudiera llegar y mi voz temblaba.

Es complejo, para mí, poner en orden recuerdos y emociones. El primer recuerdo nítido en mi memoria es el atentado con túnel bomba contra el presidente del Gobierno de Franco, almirante Carrero Blanco. La emociones venían de atrás, de mi Bilbao en un estado de excepción dentro de una dictadura. Los policías vestidos de gris marengo con cielo gris al fondo y un aire cargado de lluvia, de todo lo cual solo sobresalía la cinta roja de la gorra de plato de aquellos policías y los fusiles que llevaban en la mano, la metralleta, y la funda negra con una pistola dentro, que portaban en el cinturón. Era la imagen del miedo, era la emoción del miedo que hasta hoy no solo no se ha borrado de mi memoria sino que no quiero que se me borre.

ETA en mis emociones y en mis recuerdos está inseparablemente unida a la terrible dictadura que era muy concreta en la escuela nacional que yo tenía que visitar, en la que había que formar en el patio, como en el ejército, para entrar a las aulas; una escuela en la que en alguna ocasión nos enseñaron instrucción militar en la hora de deporte. Recuerdo varias estrofas del himno fascista de Pemán y la prohibición de que volviera a la escuela con la pegatina de “Bai euskarari”, “Sí al euskera”, ya muerto el dictador y a las puertas de votar la constitución de 1978. Yo pronto empecé a pensar que ETA establecería el mismo régimen o uno peor.

Los recuerdos se mezclan siempre con las emociones que los sostienen y sobre los que luego se vuelve para comprobar si la memoria engaña o no. Radio Pirenaica nos daba, todas las noches, la actualidad sobre el general, desde que durante aquel verano comprara mi padre una radio en Andorra, que eran más baratas, aunque creo que la compró solo porque le salió al camino. Una mañana el desayuno fue el de la radio: el fusilamiento de Txiki, Otaegi y tres miembros del FRAP. Esos tres militantes del FRAP eran: José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz y Humberto Baena. No, mi familia era católica, de misa semanal, activa en Cáritas y en la parroquia. Mi hermana tenía un novio con un hermano exiliado en el país vascofrancés y sin ningún crimen a su espalda. Yo era un niño y aquella dictadura me estaba robando mi niñez y luego me robaría mi primera juventud.

La brutalidad de aquella Policía queda fuera de toda duda y pone en claro que un Estado que hubiera sido democrático, y hubiese respetado las Leyes y los Derechos Humanos, hubiera podido manejar mucho mejor la situación provocada por ETA. Era mayo de 1977 y fueron a la manifestación pro amnistía incluso mi padre y el cura de la parroquia. En la Plaza de San Pedro, de Deusto, había un mar de gente y nuestra cuadrilla fue allí también. Si recuerdo bien, la Avenida del Ejército fue cambiada de nombre por Avenida de la Amnistía. En el momento mismo en que la gente allí congregada dejó la plaza para situarse sobre la carretera y extender una inmensa pancarta, los jeeps de la Policía llegaron a toda velocidad y parecía que nos querían atropellar a todøs. Lo que siguió fue terrible. Todos corrimos donde pudimos. Yo terminé con la espalda contra la pared y varios policías apuntándonos con sus metralletas hasta que, sin decir nada, simplemente se fueron. Yo tenía catorce años. Los mismos catorce años que cientos de miles de niños que protestan cada viernes y se manifiestan en Europa para proteger al Planeta. Nosotros queríamos proteger los Derechos Humanos. Los mismos Derechos Humanos que también ETA pisoteaba sin ningún escrúpulo.

En esa situación, y como se afirma en el reportaje de la zdf, “La verdad sobre Franco”, ETA ganó espacio en la sociedad y fue tolerada hasta un cierto punto y hasta un cierto momento; tolerada, aunque también apoyada.

Un buena parte de mi juventud me la robaron entre los restos de la dictadura, un Estado que no terminaba de deshacerse de aquellos restos, ETA, que además reforzaba aquellos restos de dictadura, y la guerra sucia del GAL. Quien quiera ahora separar todos esos elementos y hacer responsable exclusivamente a ETA de todo lo ocurrido estará volviendo a impedir que nuestra sociedad celebre la conversación sanadora que no debe aplazar más: porque nuestra sociedad sigue enferma de violencia. Cada palo tendrá que aguantar su vela, cada crimen deberá ser aclarado, pero también los crímenes de esa larga noche en la que también ETA habitó, esa larga noche en la que ETA empezó a matar. La larga noche que ETA misma cavó.

Lo que para muchísimas personas eran noticias de radio, televisión o periódicos, para nosotros eran las bombas que explotaban, por ejemplo, en un edificio de doce pisos sobre la plaza del mercado, en mi barrio, mientras la montaba una terrorista conocida de todos nosotros, lo que nos dejó con la boca abierta. Por la noche, cuando no fue una ráfaga de ametralladora contra la comisaría de enfrente de mi casa, fue un lanzamiento de granadas. O un amigo iba detenido, en mitad de la noche, por el delito de que el novio de su hermana estaba también detenido. Ese amigo mío nunca jamás tuvo nada que ver con ETA. Me amenazaron en un bar, en Bilbao, mientras hablaba con mis amigos en contra de ETA. En el pub al que íbamos muchos viernes por la noche, abriéndome paso entre la gente para llegar hasta donde estaban mis amigos, palpé una pistola bajo una chaqueta.

La larga y oscura noche española, en la que todavía no se han abierto las ventanas, no es solo la noche de ETA, a pesar de que ETA tiene todavía demasiadas cosas que aclarar y mucho que contribuir a la paz social. La izquierda abertzale ha comenzado y da pasos. Las derechas olvidan, y el PSOE, que es necesario señalar quién fue Mister X, y que hubo un ministro del Interior, con su Director General de Seguridad, en prisión.

ETA, junto a un Estado irrespetuoso con la Ley y los Derechos Humanos, me robaron mi primera juventud. Los fines de semana eran una batalla campal. Llegaba el viernes y queríamos ir al Casco Viejo a disfrutar nuestra juventud y lo que ocurría era Kale Borroka y una policía no europea en plenos años 80. Bilbao seguía en un estado de excepción no declarado, sobre todo los fines de semana. Es evidente que ETA buscaba esa situación, y que el Estado no era capaz de manejarla. Cuando llegué a vivir a Madrid, un viernes vinieron a buscarme a casa unos amigos para salir por Huertas. Al llegar con ellos al portal me di cuenta de que no llevaba conmigo la cartera, dentro de la cual estaba mi DNI. Dije a mis amigos que había olvidado el carné, que ahora mismo bajaba. Me dijeron, ¡pero qué dices, tío! Insistí, tengo que volver a por el carné. Era 1992 y mi socialización consistía en saber que sin carné de identidad se podía terminar en una comisaría y recibir una paliza.

Sé que ETA hubiera podido existir sin la dictadura de terror de Franco, así la califica el canal público alemán de televisión zdf. También que ETA hubiera podido disolverse y participar del proceso de democratización, como hizo la ETA político militar que se reorganizó en el partido político EIA, que desembocó en Euskadiko Eskerra y desapareció en el PSOE. Pero la ETA militar se enquistó en Euskadi, se cronificó. ETA militar hubiera podido salir de la escena, como le pedíamos una buena parte de la sociedad desde hacía muchos años, pero ETA había entrado en una espiral irracional de pensamiento sobre los actos que ella misma cometía. Inexcusablemente, fueron los militantes de ETA los primeros y últimos responsables de toda su violencia.

Sin Gesto por la Paz de Euskal Herria todo hubiera sido distinto y creo que peor. Gesto por la Paz canalizó y, sobre todo, permitió a la sociedad articular su protesta, por primera vez, contra toda la violencia política y crear el necesario contexto para una cultura política en Paz. Mucha gente cree, todavía, que Gesto era un movimiento contra ETA: Gesto estuvo siempre contra todo acto de violencia política.

El final de ETA es, para sorpresa de no pocøs, el principio de una larga conversación que seguimos teniendo pendiente. El recuerdo a las víctimas es un punto esencial en esa conversación. ETA con su acción terrorista, además, reforzó el poder de los restos de la dictadura: asunto pendiente. El daño que ETA causó es inmensurable. El uso del lenguaje que exhibe el PP, también en este asunto, es inasumible, y de ello se han venido quejando no pocas víctimas.

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