¡Estás despedido, Mr. President"

Donald Trump, en rueda de prensa. FOTO: Casa Blanca

Donald John Trump asumió el cargo el 20 de enero de 2017, venía de ganarle las elecciones a Hillary Clinton (la esposa del presidente Bill Clinton), y desde entonces Trump no ha parado de protagonizar escándalos, abusos, y demás asuntos que no creo que tenga que enumerar que le llevan a ser uno de los peores sino el peor POTUS (President Of The United States).

El pasado 3 de Noviembre, más que unos comicios corrientes, lo que en américa se vivió fue un referéndum sobre la gestión de Trump. Las encuestas eran claras, Biden se impondría sin dificultades; verdaderamente no han ido mal encaminadas, pero han vuelto a ser un poco optimistas en cuanto a los resultados demócratas como ya ocurrió en el 2016.

Hubo momentos de la noche electoral, donde teníamos claro que iban a reelegir a Trump, porque estados como Pensilvania, Míchigan, Winsconsin, Georgia etc etc daban la victoria al actual mandatario. Yo empecé a pensar en lo que estaba pasando en ese momento y llegué a una reflexión “A la gente le gustan los políticos que les mean en la cara”. 

Entiéndanme, los Estados Unidos estaban a punto de reelegir a un presidente que dijo: “Cuando eres famoso te dejan hacer lo que quieras, agarrarlas por el c***, lo que sea.” Antes ya habían reelecto a un presidente (George Bush hijo) que tenía el mismo coeficiente intelectual que un niño pequeño cuya reacción al 11 S fue seguir leyéndole un cuento a unos escolares; y como gota que colma el vaso en España reelegimos al de “Le han subido el IVA a los chuches”. 

Pero poco a poco, estado a estado, tuit sin sentido de Trump a tuit sin sentido de Trump, las elecciones empezaron a decantarse por la opción sensata. Teníamos que escuchar cosas como “Parad el recuento”. “¡Trampa!”. “Con los votos legales habríamos ganado”, y un largo y penoso etc del propio presidente Trump, que ha demostrado cómo entiende el la democracia: Tu voto es legal solo si me votas a mí. Porque a la vez que reclamaba el escrutinio del voto por correo de los militares en el estado de Georgia (votos previsiblemente republicanos), pedía que parasen el recuento a nivel nacional porque los votos por correo estaban amañados por los demócratas. 

No seré yo el que alabe al partido republicano, pero cuando los anteriores líderes republicanos perdían, salían a dar un discurso de derrota y a decir “God bless you Mr.President”. Nixon por ejemplo, en las elecciones más reñidas de la historia frente a Kennedy, sus abogados le recomendaron impugnar ciertos estados, a lo que él respondió: “No compensa obtener la Presidencia al precio de enturbiar para siempre la confianza del pueblo en el sistema electoral y la democracia estadounidense.”

No vayáis a confundir a Nixon con alguien honrado ni por un segundo, que se lo digan a su Vicepresidente Spiro Agnew o a los jueces del Watergate entre muchos otros, pero un mínimo de sentido común tenía. El propio George Herbert Walker Bush (Padre) salió dándole la enhorabuena a Bill Clinton, sin menor ápice de enfado ni resentimiento (o al menos en público). 

Trump, que había presumido tanto de americanismo, no ha aprendido absolutamente nada lo que significa el espíritu estadounidense. En la noche electoral escuché hablar a un politólogo que definió a Trump como la “anti-américa”, textualmente dijo: “Antes en EEUU hasta los demócratas y republicanos más radicales eran vecinos y compatriotas que no dudaban ni por un instante en ayudarse si era necesario. Ahora asistimos a un presidente que su lema (Four years more) significa que le den cuatro años más a tu vecino. Trump ha terminado de hacer lo que Bush hijo empezó, polarizar a los americanos y crear un ambiente parecido a las dos Españas de la guerra civil.”

Hoy podemos sentirnos orgullosos de que este hombre haya perdido la presidencia de los Estados Unidos. Como se suele decir cuando un presidente no es reelegido ¡Estás despedido señor presidente!