Estados mórbidos precisos y familiares: ¡se vende lo que no es!

Cuanto más se construye una imagen, más capacidad existe para vivir del cuento. Vivir de la imagen es la práctica esencial para sostener la impunidad. Vivir de la imagen es el camino, y es el modo de situarse en lo público

Impresionante vista de Islandia, en una imagen de archivo.
Impresionante vista de Islandia, en una imagen de archivo. JESUS FC / FLICKR.COM

En el día a día, oigo, escucho, aunque no atienda, veo, me tropiezo y tengo que convivir con personas, que sin llegar a ser conscientes de ello, viven de la imagen que proyectan, impostan la voz, según la carga que quieren representar ante el auditorio que les escucha, están atentas a su comunicación no verbal, etc., como si estuvieran realizando un anuncio publicitario, como otros dicen o publicity advertisement, o viviendo el rodaje de un esquech. 

Toda su vida se sostiene en una pura mentira, por ello se esfuerzan en mantener esa imagen pública que tanto cuidan, cuando en ocasiones su realidad es tan cruel y perniciosa para la salud, que hasta nos pueden contagiar sin virus alguno, solo por los propios actos que la sustentan y nuestra carga humana que aprende por imitación la mayor parte de la vida. Vivir de la imagen para ellas, es un negocio a mantener, sus gesticuladas sonrisas, su comportamiento no verbal, sus vestimentas, sus prácticas, sean cuales fueren, les convierte en profesionales de la trápala. En esa práctica, dicen los expertos, suele existir un correlato entre la formalidad con la mentira, entre el discurso diplomático con los cálculos, entre la imagen pública con las perversidades ocultas. Cuanto más se incide en construirse una imagen, más capacidad existe para vivir del cuento. Vivir de la imagen es la práctica esencial para sostener la impunidad.

El profesor de Comportamiento Organizacional de la IE Business School D. Vicente, nos habla de estos rasgos muy comunes en la gran mayoría social, dentro del mundo en que vivimos. Es una pena, pero es así, en muchos casos vivimos en el mundo de la imagen, de la ilusión y la fantasía. Muchas veces seguimos categorizando a cada persona a partir de dos o tres rasgos. Vivir de la imagen o “el lookism”, supone para algunos un Catchword, un topic o un slogan.

Atendiendo a lo que sucede en algunos grupos sociales en países de hispano América, al dirigirse por el grado académico, los grados académicos de antes en Europa eran: Bachiller, Licenciado, Magíster y Doctorado. Ahora sería: Grado, Máster y Doctorado. Todas las carreras universitarias otorgan un grado académico, y otorgan un título. Con esta práctica parece que se va perfilando una pequeña distancia y limitando algo o al menos, justificando la dinámica de la apariencia, aunque está enraizada en lo social.

Otro desatino constante que tenemos en el “lookism”, es el apropiarse de títulos académicos que no se poseen, y cuidar muy mucho las interacciones para protegerse de ser descubiertos. Sin imaginar, por incapacidad de dotación, la gran herramienta que tenemos con Google, que con poquísimos datos llegamos a la fuente de la noticia, para luego llamarnos “cotillas”; con el tiempo y años de estudio, que nos ha llevado el saber buscar, para llegar a tener el grado Máster o Doctor, que nos conduce al desarrollo de competencias relacionadas con la investigación, y más en la sociedad en la que estamos.

Y sí, uno de cada cinco españoles se considera “cotilla”, y más cuando sabes hacerlo, aunque se confunde el término con buscador, buscadora, o por curiosidad científica, o simplemente por competencia desleal, cuando  interesan cosas precisas y concretas. En los tiempos que corren, ahora, con tanto “lookism”, hay que reivindicar nuestros títulos universitarios. Al igual que se exhiben los títulos nobiliarios, que para colmo, se venden los que están en desuso, para tener más caché social. En estas situaciones los jóvenes, suelen ser más reivindicativos que los mayores, dicen ser más cotillas que la media nacional y es cierto, tienen más capacidad investigadora, por competencia propia de la edad. 

El psicólogo de la Universidad de Oxford, Robín Dunbar, nos revela que el cotilleo forma parte de la esencia del ser humano, pone de manifiesto, estar en la  base de la personalidad, se facilita de manera espontánea y a edad temprana, aun cuando la cultura y la educación, todavía no ha configurado su personalidad, y sí su proceso de socialización. Así que esta orientación natural a hablar de otros y a desprestigiar a los que se considera rivales podría estar en el origen de la naturaleza cotilla y de aparentar de nuestra imperfecta especie. 

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