El patrimonio emocional de la Alhambra, contado por una hija suya

Se quedó contemplando aquello mientras yo de rodillas a su lado, le iba contando y enseñando imágenes de mi carpeta

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Profesor de la EASP. Médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y Doctor en Medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona.

La Alhambra, en una imagen de archivo.
La Alhambra, en una imagen de archivo.

Blanca Espigares, @EspigaresRooney, arquitecta especialista en patrimonio y divulgación de la arquitectura andaluza, escribió una historia en twitter en forma de hilo, que me entusiasmó:

Os voy a contar una historia preciosa, vibrante. Un canto a la vida. Cada vez que la cuento, lloro. Porque es emocionante. Y de hecho tiene que ver con el patrimonio emocional de la Alhambra. Después explico qué es eso. Hace 4 años recogí a una pareja en el @paradores de la Alhambra. Me esperaba la mujer para explicarme que su marido apenas podía caminar. Le pregunté si no era mejor que yo fuera por una silla de ruedas y dijo que no, que él quería hacerlo caminando. Entré al claustro y allí estaba sentado. Me pidió que la introducción la hiciera allí mismo. Saqué mi carpeta y me puse. Él estaba entusiasmado, me hacía muchas preguntas y sonreía como un niño. 

Llegó la hora de irnos y comprobé lo malo que estaba para andar. Íbamos tan lentos que cada 30-40 metros necesitaba sentarse. Sugerí de nuevo lo de la silla. Él dijo que no, que lo que quería hacer andando, que quería recordarla así, no sentado. 

Tardamos una hora en bajar la calle Real. 

En los descansos yo seguía explicando. Él más emocionado. Al llegar al Palacio de Carlos V, estaba agotado. Apenas 100 metros lo habían dejado exhausto. Su mujer fue a por un café y él y yo nos quedamos solos. Entonces aprovechó para explicarme que este era el último viaje de su vida. Lo sabía. Y antes de morir me dijo que tenía que volver a los Alhambra. Había estado 20 años atrás. Le había enamorado. Y sabiendo que le quedaba poco organizó todo para venir. Volaron de Zurich a Málaga. Estuvieron 5 días en un hotel para que él se recuperara de ese viaje. Cogieron chófer y vinieron a Granada. Estuvo 2 días en el parador descansando. Y ese día, 24 de septiembre, era su cumpleaños. El último que él creía que viviría. Y ahí estaba yo con unas ganas de llorar que no podía (soy muy muy llorona) escuchándole decir que en su último cumpleaños él quería volver a ver la Alhambra. Sólo decía Wonderful, wonderful, con ojos de niño flipando con todo, y me daba las gracias y me cogía de la mano. Llevábamos 2 horas casi para por fin entrar a palacios (no sin que los pecis nos pusieran mil pegas porque si necesitaba entrar por la Puerta del Príncipe cómo es que no iba en silla de ruedas). Las cosas de la Alhambra.

Entramos en Arrayanes. Su cara era indescriptible. Iba sentándose en cada silla que encontrábamos. No podía más. Se le veía agotado. Pero se reía. Me abrazaba. Se le saltaban las lágrimas.

Se asomó al Salón del Trono. Igual reacción. Se quedó contemplando aquello mientras yo de rodillas a su lado, le iba contando y enseñando imágenes de mi carpeta. Me miraba con estos ojos azules tan profundos a punto de llorar. Sólo consiguió asomarse al patio de los leones. Ya no podía más. Estaba exhausto. Yo me preocupé. Salimos de nuevo por la Puerta del Príncipe y tuvo que volver a sentarse muchas veces hasta conseguir llegar a la parada de los taxis. Porque sí, tuvo que coger un taxi para recorrer los últimos escasos 60-70 metros. No podía más. El taxista protestando que el destino estaba muy cerca y que le tenía que cobrar carrera mínima. Yo le dije que lo que fuera y que se callara por un poco de respeto. Y antes de montarse, un suizo enorme como él era, me dio uno de los abrazos más emotivos que jamás me han dado. Me susurró que le había hecho el hombre más feliz del mundo y que me agradecía mi ayuda visitando la Alhambra conmigo, una hija de la Alhambra. Que era el mejor regalo de cumpleaños que jamás había recibido. Se puso a llorar, yo también.

Me despedí mientras vi alejarse el taxi y estallé en un lloro inconsolable, hipando, no podía parar, mezcla de felicidad, mezcla de mil emociones dispares. Me parecía lo más triste del mundo y a la vez lo más hermoso.

Este hombre había venido "a morir" a la Alhambra. Le daba igual llegar a Suiza. Había cumplido su sueño de volver antes de morir. De volver a ver esos espacios. No supe nada más de ellos. Pero es de las visitas más bonitas y entrañables que he tenido. Aún lloro cuando cuento esta historia. Y he llorado escribiéndola hoy aquí. Esto es el patrimonio emocional que albergan tantos monumentos y lugares, pero en especial la Alhambra. No es raro ver a visitantes romper a llorar, emocionarse con lágrimas en los ojos. 

La Alhambra no es sólo patrimonio arquitectónico, o natural, o inmueble, o arqueológico.

Es patrimonio emocional. Un ámbito en el que si puedo, voy a seguir investigando porque es impresionante. Gente de todo el mundo alberga emociones muy intensas por el patrimonio y el legado que tenemos en Andalucía. No os imagináis cuánta. Merece una investigación cuidadosa.

Gracias señores Engels por este maravilloso recuerdo y por enseñarme a comprender el patrimonio emocional en primera persona.

PD: los tickets están en el tablón de recuerdos de mi salón, para recordarme que nunca debió olvidarme de sentir.

PD2: cuando digo hija de la Alhambra, es que es literal. Mi familia lleva habitando dentro de la Alhambra desde el siglo XIX. Mi padre, mi abuela, mi bisabuela han nacido en la calle real. Yo me he criado allí. Es que soy alhambreña de verdad. Hay un barrio dentro de la Alhambra.

Y a ésta preciosa historia, responden:

@AnaRuizW: Cuando leo algo así, me siento inmensamente agradecida hacia quien se toma la molestia de escribir para compartir, una parte de su vida… gracias por hacerlo.

@CiceroneGalicia: El patrimonio emocional me lo imagino cómo la toponimia del alma que alberga cada arco voltaico que nos conmueve, cada bóveda que nos conforma y cada contrafuerte que los sustenta, el temple de los arbotantes que dan sentido al pórtico de la existencia. ¡Gracias por la belleza!

@PacoOlea5: Mi padre nació en la calle Real, luego nos bajamos al Paseo de los Tristes porque mi abuelo puso una taberna en San Juan de los Reyes, nací en Horno del Vidrio. Bautizado en San Pedro, sin conocerte. Te quiero Hermana.

@ElrnaS: Tengo que volver a Granada.  Tengo que volver a visitar la Alhambra.  Muchas gracias por tu precioso y emocionante hilo.

@Rebecuch8 pregunta: ¿Se puede vivir dentro de la Alhambra? ¿Cuál es El Barrio que comentas? ¡Envidia de la buena! Y Blanca responde: Intramuros hay un barrio, una zona abierta 24 horas. Por eso se puede ir a cualquier hora a pasear por delante del Palacio de Carlos V y la calle Real. :)

@mikael_zar afirma: Y la suerte que tuvieron al dar contigo

@esepayo: Preciosa historia en un lugar mágico. Gracias por compartirla y por tu trabajo

@hganzo: Qué bonita historia. Recuerdo a mi madre decirme que lo que más la emocinó de la Alhambra era ver algunas personas con lágrimas en los ojos leyendo las plegarias del artesonado.

@marieletis: ¡Qué hermosa historia!

@PeAraque: Cada vez que vuelvo a la Alhambra es como la primera. Me emociona y me parece increíble. Gracias por esta maravillosa historia.

@JuanPedroPC: Buff, qué emoción tan grande leyéndote.

@elena_mtnz_fdz: ¡Qué bonito hilo! ¡Y que suerte haberte criado rodeada de tanta belleza!

@mocavarea: Hermoso.

@bustamante_romy: Qué linda historia, muchas gracias por compartirla. Es la primera vez que te leo... me he emocionado mucho recordando momentos parecidos en mi trabajo. Te envío un abrazo fuerte desde mi bello país Ecuador.

@AndresR05811204: ¡Hermosa historia!

@hubermeersmans: Encantado de leerte y conocerte vecina... mi familia y yo vivimos en la casa entre el Washington y el Hogar de Jose Antonio, en la "Casa del Jardinero" del Carmen de los Mártires... somos pocos los alhambreños pero somos.

Sin duda, el patrimonio emocional de la Alhambra llena cualquier espacio que necesita cualquier persona rellenar. 

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