Hace unos días participé como ponente en una jornada para periodistas organizada por la Consejería de Salud (o el surrealista de Sanidad, Presidencia y Emergencias) para hablar de cómo comunicar sin estigma en infecciones de transmisión sexual (ITS) y VIH. De la preparación de la misma me ha generado algunas de las ideas que plasmo aquí.
Las ITS continúan siendo un desafío de salud pública a nivel mundial. Aunque en las últimas décadas se han logrado avances significativos en diagnóstico, tratamiento y prevención, estas infecciones siguen acompañadas de un fuerte estigma social que obstaculiza su detección temprana y el acceso a servicios de salud. En un contexto donde la desinformación circula con rapidez y los discursos moralizantes persisten, la comunicación —institucional, comunitaria y clínica— se vuelve una herramienta decisiva para transformar la manera en que entendemos la salud sexual.
Un estigma que persiste y afecta la salud
El estigma en torno a las ITS es un fenómeno social profundamente arraigado. Históricamente, estas infecciones se han asociado a comportamientos considerados “inmorales” o “irresponsables”, lo que alimenta prejuicios y genera culpa, miedo y silencio. Las consecuencias son tangibles: retraso en la búsqueda de atención médica, ocultamiento del diagnóstico, interrupción de tratamientos y resistencia a comunicar la situación a las parejas sexuales. A nivel emocional, este estigma puede desencadenar ansiedad, depresión y aislamiento.
Comunicar para transformar: el rol de los medios y las instituciones
La forma en que se comunica sobre las ITS determina en gran medida cómo la sociedad las percibe. Durante años, los mensajes preventivos basados en el miedo —campañas alarmistas, imágenes impactantes y discursos moralizantes— reforzaron la idea de culpa y aumentaron las barreras para quienes viven con una ITS.
Hoy sabemos que este enfoque no funciona. Los mensajes efectivos son aquellos que se construyen desde la evidencia, la empatía y el respeto. Una comunicación inclusiva, clara y positiva puede normalizar la conversación sobre sexualidad, fomentar el autocuidado y promover la responsabilidad compartida. En este sentido, los medios de comunicación cumplen un papel crucial: informar sin sensacionalismo contribuye a derribar mitos y reducir el estigma.
Jóvenes e ITS: claves para comprender el contexto actual
La realidad epidemiológica es contundente: las ITS —incluyendo VIH, sífilis, clamidia, gonorrea y VPH— afectan de forma significativa a jóvenes entre 15 y 29 años. Sin embargo, gran parte de esta población subestima el riesgo. La percepción de invulnerabilidad, el inicio temprano de la vida sexual sin educación integral y el aumento del sexo casual sin protección son factores que incrementan la vulnerabilidad.
A esto se suman elementos culturales y psicológicos:
• Tabúes y vergüenza para hablar de sexualidad o pedir preservativos.
• Presión de pares, que influye en comportamientos de riesgo.
• Construcciones de género, donde los varones tienden a minimizar el riesgo y las mujeres pueden tener menos capacidad para negociar el uso del condón.
• Barreras adicionales para jóvenes LGBTIQ+, quienes enfrentan discriminación institucional o falta de servicios adaptados.
Muchos jóvenes tampoco cuentan con servicios de salud accesibles, confidenciales y libres de juicio. Gran parte desconoce la existencia de pruebas gratuitas o confidenciales. La educación sexual sigue siendo insuficiente en muchos sistemas educativos.
La importancia de la comunicación entre iguales
En este escenario, el trabajo entre pares se presenta como una estrategia poderosa. Los jóvenes confían en sus propios pares, se identifican con sus experiencias y perciben sus mensajes como genuinos y libres de juicio. El acompañamiento entre iguales facilita el acceso a información confiable, incentiva la realización de pruebas y promueve prácticas de autocuidado como el uso del preservativo.
Las redes sociales también juegan un rol central: plataformas como TikTok, Instagram, X o WhatsApp se han convertido en canales clave para llegar a audiencias jóvenes. Mensajes breves, visuales, con humor o tono positivo, y el apoyo de influencers o artistas aumentan considerablemente el impacto de las campañas de prevención.
Comunicación clínica: la puerta a la confianza
En el ámbito de la salud, la comunicación profesional empática es esencial para reducir el estigma. Un entorno clínico que garantice confidencialidad, respeto y diversidad promueve que los pacientes expresen dudas sin temor y se adhieran a los tratamientos. El lenguaje neutro, la escucha activa y la educación sin juicios pueden transformar la experiencia de atención y favorecer el bienestar emocional.
El rol de las instituciones: cercanía, derechos y no moralización
Las instituciones públicas tienen el desafío de presentarse como aliadas confiables. Para llegar de forma efectiva a la juventud, deben evitar discursos moralizantes y centrarse en un enfoque de derechos sexuales y reproductivos. Las alianzas con organizaciones juveniles, universidades y ONG fortalecen la legitimidad de las campañas, especialmente cuando incluyen voces juveniles que hablan directamente a sus pares.
Hacia una sociedad libre de estigma
Transformar la manera en que entendemos las ITS implica reconocer la salud sexual como un derecho humano y un componente esencial de la dignidad. Combatir el estigma requiere comunicación ética, informada y empática, capaz de abrir espacios de diálogo y reducir las barreras que hoy impiden a miles de jóvenes acceder a información y servicios de salud.
Invertir en educación sexual integral, en servicios amigables y en campañas construidas junto a jóvenes no es solo una estrategia preventiva: es una apuesta por una sociedad más sana, inclusiva y libre de prejuicios.
