Cada día, y más en estos días de la COVID-19, aparecen historias que son dignas de poner encima de la mesa, porque emocionan, ponen la piel de gallina y además ayudan a seguir en la brecha.
Esta historia la escribió la enfermera Cris Borruell, @crisborruell en twitter. Y escribió en su cuenta lo siguiente, hablando de un paciente que atendía en su unidad:
“Nacido en 1928, Granada le vio abrir los ojos. Unos ojos vivaces que no pierden detalle de todo lo que ocurre a su alrededor. El viernes se emocionaba hablando por teléfono: "Si es que de mis conocidos sólo debo quedar yo". A sus 95 años me dice que a estas alturas...”. Y @crisborruell, su magnífica #enfermera dice: "Esto no va a acabar con él. Tiene una lucidez mental que envidio de forma sana. Llegó enfadado por tener que comer papillas, y llevar un pañal. Los ojillos que puso al ver el bocadillo de desayuno brillaban. Si te acercabas un poco te daba las gracias. Su mujer ya murió hace mucho, pero su familia le arropa en la distancia. Son seis hijos, 14 nietos, 13 bisnietos y una tataranieta. El tono de su móvil ya nos es conocido, todos le llaman".
Y sigue diciendo mirando alrededor de lo que le pasa a él: "Y te alegras por él, y entonces giras la cabeza y en la otra cama una #mirada tan triste como azul. Triste y preocupada su mujer está en el hospital de al lado, sus hijos en la frontera con Francia intentando llegar. Apenas oye, los audífonos están en la bolsa de su mujer.Y cuenta algunos detalles más: "A media mañana llama su hija desde el coche, su madre está bien, y ella más tranquila de saber que su padre también lo está. Le digo que su familia está bien, (su móvil está junto sus audífonos) y esos ojos azules se asemejan a un río. Como hablan las #lágrimas de #alegría, #consuelo, #tristeza, emoción!!!".