La calidad del aire es un factor determinante para la salud pública, especialmente cuando se ve alterada por fenómenos como los incendios forestales o la llegada de polvo en suspensión desde el Sáhara. Estos episodios pueden elevar drásticamente los niveles de partículas finas (PM2.5 y PM10), ozono troposférico y otros contaminantes que respiramos a diario, incluso sin darnos cuenta.
Sabemos que el humo mata más que el fuego y que se propaga mucho más rápido. El humo de los incendios forestales contiene contaminantes peligrosos y está compuesto por ceniza y hollín, trazas de metales y semimetales tóxicos como el arsénico, el plomo o el mercurio y una serie de gases como el dióxido de azufre, que son irritantes para las vías respiratorias. El humo tiene componentes tóxicos que irritan los ojos y las vías respiratorias. Según datos oficiales recogidos por la Universidad de Stanford, hasta un 70% de las muertes relacionadas con incendios son por asfixia y no por quemaduras. Estas muertes se producen cuando la víctima está muy cerca del incendio, y el humo es tan denso que no puede respirar, debido a la gran concentración de dióxido de carbono y la ausencia de oxígeno, junto a las llamadas PM2,5, partículas muy finas que pueden entrar en los pulmones, y el CO (monóxido de carbono, que es tóxico).
Además, sabemos que la contaminación del aire es el principal riesgo ambiental para la salud pública. En 2019, el 99% de la población mundial vivía en lugares donde no se logra cumplir con el nivel guía de calidad del aire de la OMS. Air Quality Guidelines. La exposición a altos niveles de contaminación del aire puede causar una variedad de efectos adversos para la salud: aumenta el riesgo de infecciones respiratorias, enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y cáncer de pulmón (En un reciente estudio europeo de cohortes, Hvidtfeldt et al. (2021) observaron un aumento del 13 % en el riesgo de cáncer de pulmón con una mayor exposición de 5 µg/m3 a PM2,5, las cuales afectan en mayor proporción a población vulnerable, en riesgo y marginada (niños, mujeres y ancianos). La adopción de políticas e inversiones de apoyo al uso de medios de transporte menos contaminantes, la mejora de la eficiencia energética de las viviendas, plantas de generación de energía e industria, y una mejor gestión de los desechos municipales, entre otras acciones, permitirían reducir los niveles de contaminación.
¿Cómo afecta una masa de aire contaminado a la salud?
Cuando una masa de aire cargada de contaminantes llega a una región, puede provocar efectos adversos que van desde molestias leves hasta complicaciones graves, dependiendo del nivel de exposición y del estado de salud de la persona:
•Problemas respiratorios: Tos, dificultad para respirar, irritación de garganta o nariz, y agravamiento del asma y otras enfermedades pulmonares crónicas.
•Complicaciones cardiovasculares: El aumento de partículas finas puede afectar al sistema circulatorio, incrementando el riesgo de infartos o arritmias, especialmente en personas mayores.
•Mayor vulnerabilidad a infecciones: La exposición continuada a contaminantes puede reducir la eficacia del sistema inmunitario pulmonar, facilitando infecciones respiratorias como bronquitis o neumonías.
•Efectos en la salud mental y el bienestar: La contaminación del aire también se asocia a estrés, fatiga y en algunos casos, alteraciones del sueño o del estado de ánimo.
•Impacto en grupos vulnerables: Niños, ancianos, mujeres embarazadas, personas con enfermedades respiratorias o cardíacas previas son los más afectados. En neonatos, la exposición puede tener efectos duraderos sobre el desarrollo pulmonar.
Algunas complicaciones derivadas del humo de los incendios forestales pueden tardar en aparecer, entre ellas problemas cardíacos y accidentes cerebrovasculares.
Precauciones ante episodios de mala calidad del aire
Cuando se detecta la llegada de una masa de aire contaminado —ya sea por humo de incendios, polvo sahariano o fenómenos urbanos de polución— es fundamental seguir una serie de recomendaciones para minimizar riesgos:
1.Consultar los niveles de calidad del aire en tiempo real a través de fuentes oficiales (como AEMET, el Ministerio de Transición Ecológica, o plataformas como PurpleAir o IQAir).
2.Evitar actividades al aire libre, especialmente ejercicio físico intenso. No es el momento de hacer deporte en parques ni de realizar senderismo en zonas afectadas.
3.Permanecer en interiores, con puertas y ventanas cerradas. En lo posible, utilizar sistemas de purificación de aire con filtros HEPA.
4.Usar mascarilla FFP2 si es imprescindible salir al exterior, ya que estas son eficaces para filtrar partículas finas suspendidas en el aire.
5.Evitar ventilar durante las horas de mayor concentración de contaminantes, especialmente al amanecer y al atardecer, cuando el aire tiende a estar más estancado.
6.Seguir el tratamiento médico habitual en caso de padecer enfermedades respiratorias, y tener a mano la medicación de rescate (como inhaladores). Consultar al médico ante cualquier síntoma nuevo o agravamiento.
7.Atención a los síntomas en niños y mayores, ya que pueden no expresar con claridad malestares respiratorios. Ante signos como fatiga inusual, irritabilidad, tos persistente o dificultad para respirar, acudir a un centro médico.
También se recomienda hidratarse mucho y evitar el calor excesivo, pues puede agravar los efectos del humo.
Más allá de la precaución individual: política y prevención
La protección de la salud ante estos episodios no debe recaer solo en decisiones personales. Las autoridades sanitarias y ambientales deben establecer protocolos de alerta temprana, limitar actividades industriales en días de alta contaminación y comunicar con claridad los riesgos a la población.
La lucha contra el cambio climático y la gestión adecuada del territorio (incluida la prevención de incendios forestales) son herramientas clave para reducir la frecuencia y gravedad de estos episodios. Mientras tanto, proteger la calidad del aire es proteger la salud de todos.
Aún así, las recomendaciones sanitarias se mantienen válidas: evitar el ejercicio físico al aire libre, proteger especialmente a personas vulnerables, ventilar solo de forma controlada, y usar mascarillas si hay afecciones respiratorias.



