¿Es el turismo (de sol y playa) sinónimo de pobreza?

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

La playa de Las Pileras, en Sanlúcar, en una imagen de archivo.

El Jerez rural, aquel olvidado, sigue sin hacer acto de presencia pese a poder proporcionar una valiosísima oferta turística.

Tras estos días en los que solo se habla de promoción turística debido a la celebración de FITUR y a colación del revuelo suscitado por el cartel playero hecho para la promoción turística de Jerez, me vienen a la cabeza varias preguntas en torno al sector turístico: ¿Es el turismo una industria como citan con frecuencia los medios convencionales? ¿A qué turismo nos referimos cuando hablamos de turismo? ¿Crea riqueza este turismo?

Para aproximarnos a estas preguntas y a sus posibles respuestas resultan interesantes las aportaciones que hizo en un medio digital Francisco Gregorio López sobre las ciudades turísticas y la situación socioeconómica de los trabajadores del sector turístico. Resulta que ciudades de reconocido prestigio por su oferta de sol y playa como Torrevieja o Benidorm se sitúan entre las poblaciones con menor renta por habitante. Por el contrario, San Cugat del Vallés o Torrejón de Ardoz, importantes centros empresariales, se sitúan a la cabeza. Un dato esclarecedor que poco o nada se aproxima a lo que se dice habitualmente sobre el turismo y su relación con la creación de empleo. ¿Qué tipo de empleo crea este turismo? ¿Por qué, por ejemplo, nunca se hace hincapié en un turismo vinculado al arte, la cultura o a la ecología?

Podemos hablar de turismo o de turismos. Del turismo de hoteles, bares y playas masificadas o del turismo de experiencias con una incidencia real en el tejido socioeconómico del enclave turístico. Jerez puede explotar también ese ámbito ofreciendo un turismo enfocado a lo ecológico -el futuro tiene que ser verde- y a lo ambiental -contamos con un patrimonio natural excelente-. En consonancia con ellos, la ciudad puede explorar vías de encuentro, mejorando y dando a conocer su patrimonio cultural, artístico, histórico y natural en busca de otro turismo. Es posible conjugar la riqueza material y cultural de Jerez -su denostado patrimonio histórico-, sus artes -el flamenco y el caballo- y su riqueza agrícola y enológica -el jerez- con estos elementos, allanando el camino para la creación de empleo de calidad. Sin embargo, se sigue incidiendo en el turismo de sol y playa -con su marcada estacionalidad- hasta el punto de que para promocionar la ciudad se utilizan fotografías a pie de costa en un término municipal -de los más extensos de España- que no tiene salida al mar. El Jerez rural, aquel olvidado, sigue sin hacer acto de presencia pese a poder proporcionar una valiosísima oferta turística.

Se podría decir que este turismo ni crea riqueza ni la busca. Y es el principal problema de Jerez. Una ciudad, cabe recordar, que fue durante el siglo XIX y parte del XX una de las más ricas de España -pese a las grandes desigualdades- gracias a su rico tejido industrial derivado del jerez. ¿Cómo se le va a llamar entonces industria a este turismo? Me temo que si en líneas generales llamar industria al turismo no es adecuado, en el caso de nuestra ciudad llega a ser hasta de mal gusto. Duele reflexionar sobre lo que fuimos y lo que hoy día somos. Mejor hablemos de lo que podemos llegar a ser. La ciudad lo necesita.

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