Los errores de la izquierda en España

El gran problema de la izquierda es su falta de unidad y su incapacidad de pactar, algo que parece que no va a cambiar

Participación de Izquierda Unida en una manifestación.
13 de junio de 2025 a las 09:40h

En la España actual no existe una izquierda revolucionaria. Los partidos de izquierda significativos no exigen la abolición de la propiedad privada, ni la nacionalización de la banca o de los medios de producción, ni siguen ninguna consigna internacional para acabar con el capitalismo. La izquierda española fue revolucionaria en el 31, más por la situación de explotación laboral y hambruna que sufría la gran mayoría de los trabajadores y por su oposición al fascismo que por seguidismo ciego a determinados partidos políticos o consignas internacionales. La izquierda española fue la que luchó contra el franquismo (fascismo) y la que más hizo por instaurar la actual democracia.

El comunismo español, conforme al Eurocomunismo creado en los años 80 del siglo XX, aceptó la democracia de 1978, tragándose el sapo de la imposición de la monarquía, la bandera rojigualda y el actual himno. Tuvo que renunciar a mucho – la república federal que era su modelo de estado- para que en España se diese el paso a la democracia. Hoy día, todos los partidos que están más a la izquierda del PSOE tienen modelos de organización interna más democráticos que los partidos de derechas. Son partidos asamblearios, donde todo se decide en reuniones de sus afiliados y simpatizantes, que votan a sus representantes.

Por mucho que la derecha y la ultraderecha actual española vociferen llamando a la izquierda española actual como radicales, marxistas, bolcheviques, bolivarianos, Sanchismo (por Chavismo), dictadura de izquierdas, etc. no se corresponde en absoluto con la realidad. La izquierda española actual es reformista. Defiende la regulación estatal sobre el libre mercado cuando afecta negativamente a los ciudadanos. Su máxima es la Justicia Social, que la economía conlleve no solo la prosperidad económica sino también una sociedad más igualitaria. Que las plusvalías de las que hablaba Marx y que siguen tan vigentes estén justamente mejor repartidas entre la cadena de producción, ideal que sigue siendo válido en el modelo democrático.

Por ello, el Estado fortalecido dirigido por la izquierda interviene para gravar impuestos a los más ricos para mantener los servicios básicos, el Estado del Bienestar. Se han hecho regulaciones para contener el precio de la vivienda frente a la proliferación de los pisos turísticos (aunque con débil resultado), el aumento del sueldo mínimo acabando con la semiesclavitud en el que se encontraban muchos trabajadores, la creación de ayudas económicas básicas a los más pobres, la defensa acérrima de los servicios públicos (educación, sanidad, pensiones, dependencia, etc.) porque garantiza la igualdad de oportunidades para todas las clases sociales, el acceso a una sanidad que debe ser universal y eficiente y el derecho a un envejecimiento digno.

Frente a la intervención del estado democrático para regular la economía capitalista para favorecer a los más humildes, la derecha y la ultraderecha son más partidarias del “dejar hacer” capitalista, de la competitividad, de la regulación natural del capitalismo por oferta y demanda, por no intervenir estatalmente aunque la interacción oferta-demanda conlleve a situaciones injustas, exclusión o explotación laboral. Contradictoriamente no protestan o lo hacen con la boca chica cuando Trump impone medidas proteccionistas con aranceles, rompiendo el “dejar hacer” que los EEUU (sus empresas)  han impuesto por todo el mundo. Una contradicción más del sistema liberal capitalista.

El auge de la derecha y la ultraderecha (éstos últimos defensores de un fascismo social -racista, xenófobo y homófobo-, dentro del modelo democrático, ¡el nuevo fascismo!) se debe a muchos factores. El principal, que une a la ultraderecha europea, es el rechazo implícito del emigrante al que consideran destructor de la cultura tradicional. En España se traduce con la defensa de la cultura y moral cristiana católica, que consideran en peligro frente a la cultura musulmana y otras culturas africanas. Y continúa el auge de la ultraderecha en España por el rechazo total a los nacionalismos y las medidas federalistas económicas y de autogobierno que consideran la destrucción de España.

Pero el auge actual de las fuerzas de derecha y ultraderecha también deriva de las contradicciones y torpezas de la izquierda. Una izquierda, que en algunos casos cuando ha gobernado ha fomentado clientelismos, corruptelas, irregularidades, nepotismo, sin saber cortar con firmeza estas malas prácticas y sin reconocerlo.  Más a la izquierda del PSOE ha sido imposible una confluencia de fuerzas. Muchos protagonismos personales han llevado a una dispersión total de la izquierda en numerosos partidos enfrentados entre ellos.

En los años 90 Izquierda Unida fracasó al intentar unir las fuerzas de izquierdas y añadir personalidades independientes, fundamentalmente por el protagonismo del PCE, que siempre quiso monopolizar el mando del partido. Ahí está el caso de Izquierda Abierta de Llamazares, a la que se le hizo la vida imposible. Podemos, hijos del 15M, no es un partido que se haya caracterizado por la facilidad en pactar, sino todo lo contrario. Han mostrado intransigencia y han roto con facilidad con SUMAR, ADELANTE y otros partidos. Entre algunos partidos de izquierda no existe cultura del pacto, sino de mando. Una confluencia de la izquierda ha sido actualmente imposible y la perspectiva, con el panorama que hay, no es halagüeña.

Una gran derrota social de la izquierda es el desconcierto de la clase trabajadora. La afiliación sindical es ínfima, quizá porque el trabajador no cree en unos sindicatos que funcionan más como empresas de servicios que como una fuerza ideológica capaz de unir y defender a los trabajadores. La clase trabajadora se ha olvidado de la huelga y la movilización para luchar por sus derechos. No se está dispuesto a luchar por defender los derechos básicos, ni a perder un día de salario por una jornada de huelga. Se confía en que otros les arreglen las cosas, o incluso aceptan pasivamente sin más lo que hay. Se ha perdido la conciencia de clase trabajadora.

Llamativo es el retroceso de la Izquierda en el ámbito rural español, sobre todo en Andalucía. Una zonas tradicionalmente afines a la izquierda, habitadas por numerosos descendientes de represaliados del franquismo, y que están dando la espalda a la izquierda. Han influido las últimas ideas de la izquierda en referencia a cuestiones importantes en el mundo rural, su cultura y sus tradiciones, que además proporcionan beneficios económicos importantes a sus habitantes. Me refiero a las ideas contra los espectáculos taurinos y la actividad cinegética, que ha hecho que muchos votantes de izquierda de la España rural hayan abrazado a la ultraderecha, la gran defensora de estas actividades. Quizá las tradiciones deban caer por su propio peso.

El gran problema de la izquierda es su falta de unidad y su incapacidad de pactar, algo que parece que no va a cambiar. Los distintos partidos parecen rivalizar entre sí para demostrarse quién es más de izquierda, aunque solo se convenza a las minorías. La derecha tendrá que gobernar apoyada con la ultraderecha por lo que se necesita una izquierda más unida que nunca para derrotarlas. Solo la unidad de la izquierda, en base a una jerarquía ideológica basada en la Justicia Social –pensando más en las mayorías y no sólo en las minorías- podrá detener a la derecha y a la ultraderecha en España.