Terrazas en Jerez. Los vales, campaña de Diputación para consumir en los bares.
Terrazas en Jerez. Los vales, campaña de Diputación para consumir en los bares. ESTEBAN

Ir a un bar no es un asunto de primera necesidad. O quizá sí, pero para el dueño del bar.

Por eso la campaña de los vales de Diputación me parece cutre: pagas la mitad de la consumición, y quien te invita a la segunda cerveza con su tapa de queso es Diputación. Con dinero público. O sea, unos primos anónimos -entre los que me encuentro- y a los que tú gorroneas.

Mientras, aplaude Horeca, la patronal de los bares, especialista en llantos y lamentaciones.

Dar dinero a la gente para que consuma en el bar no es un asunto vital. El que no tiene no va al bar, ni con vales ni sin vales. En realidad es un asunto con trampa, supone darle pasta por la cara a la patronal, una patronal que, dicho sea de paso, no despierta demasiadas simpatías.

En fin, ir a un bar es ocio, y mi ocio me lo pago yo.

Da igual, cuando escribo esto, la facturación de esos vales ya va por un millón de euros. Calcula cuánto dinero público. Quien lo tiene calculado son los hosteleros: “La gente está consumiendo con más alegría”, declaran. Ya ves, están satisfechos.

Y qué papelón el de la Diputación. ¿Para eso está? Qué mejor prueba de su pobre papel en la vida civil. Quizá fueron útiles y necesarias cuando se crearon, con La Pepa, en 1812. Pero pese a su tambaleante función, la Constitución del 78 las mantuvo.

Hoy sirven como agencias de colocación de amigos y como mecanismo de control electoral. Y para pasar una factura mil millonaria al Estado. Eso sí, casi el 40% de los fondos que reciben se va por el desagüe de su propio funcionamiento (sueldazos, coches oficiales, plantillas sobredimensionadas…).

Todas sus funciones las podrían asumir los gobiernos autonómicos, de una forma tal vez más eficaz y sin pagar el peaje de las diputaciones. Pero cuando algunos insinuaron suprimirlas (Zapatero en 2011, Ciudadanos, Podemos…) les cayeron lava y bombas volcánicas. Y esta es la mejor prueba de su inutilidad: que sólo las defienden sus beneficiarios. Y algunos metemuertos y sacasillas.

El dinero de los vales podrían destinarlo a otras cosas. Aunque mejor no, que puede ir para la Escuela de Tauromaquia.

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