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En las últimas semanas se viene hablando de un posible uso alternativo del edificio ubicado en la Plaza Esteve que hoy acoge la Delegación Municipal de Medio Ambiente, pero que es conocido como edificio del IARA. Un uso alternativo que supondría su destrucción y una pérdida irreparable para el patrimonio local en general y para el de la arquitectura contemporánea en particular.

Este edificio, que fue construido por el arquitecto Fernando de la Cuadra en 1959 a instancias del Ayuntamiento de Jerez, es el primero de estilo netamente racionalista construido en el corazón de la ciudad. Levantado frente a las viviendas de la Plaza Esteve 2 y Calle Lancería, construidas entre 1949-54 en estilo historicista y expresionista respectivamente por el mismo arquitecto, ultima un espacio en el que se pueden apreciar en nuestra ciudad tres estilos diferentes de la arquitectura del siglo XX.

El edificio se sitúa siguiendo la línea de fachada de la Iglesia de San Francisco ocultando el Mercado de Abastos, que había sido demolido en parte, sirviendo de cerramiento a la Plaza Esteve. El conjunto diseñado incluía un bar-cafetería, la actual La Vega, y un edificio rectangular para oficinas de gran carácter escultural que asienta sobre una planta baja comercial concebida como un gran escaparate de cristal.

La fachada de oficinas está precedida de una malla reticular de dobles líneas horizontales a modo de brise soleil, que acentúa los juegos de luces y sombras. La belleza de la simetría, el orden en la repetición de vanos y macizos nos recuerda a Le Corbusier, la arquitectura italiana racionalista y la retícula de ladrillo utilizada en la antigua Casa Sindical de Madrid, actual Ministerio de Sanidad, obra de Francisco Cabrero construida entre 1950-56.

Hoy necesita, sin duda, una rehabilitación que elimine tubos de chimeneas y aparatos de aire acondicionado y devuelva la belleza a este edifico, bello por la simplicidad de sus formas, por los juegos cambiantes de luces y sombras de su retícula frontal y la rotundidad de lo blanco.

Un edificio contemporáneo que merece ser conservado, porque la arquitectura contemporánea también es un bien patrimonial que tenemos la obligación de proteger, conservar y legar a las generaciones venideras como expresión artística de un tiempo reciente. Sería un disparate que la ciudad se permitiera el lujo de prescindir de esta obra, fruto de la ingente labor desarrollada en nuestra ciudad por Fernando de la Cuadra a favor de la arquitectura contemporánea.

Ricarda López González es historiadora.

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