Desde lo de Galerías Preciados, el truco era vestir a todos de traje y corbata. Hasta el último de los vendedores vestía casi como el director, como el jefazo, como el presidente. Un sistema escalonado de ascensos ofrecía la ilusión de que todos podían llegar a lo más alto, aunque antes había que pasar la piedra. Pasar la piedra era ir a un examen de obediencia, al que sin duda solo llegaban los que más vendían.
Las campañas electorales visten a todos también de traje y corbata, y los ponen a hablar de los grandes números, de los grandes asuntos, de las armas y el derecho a defenderse, de la libertad de empadronarse donde uno quiera o de la irrenunciable libertad de salir de cañas. Así se diseñan las campañas para que mucha gente no hable de sus familiares con dificultades, de la cola de la puerta de la parroquia, de la vecina a la que le fían en el colmado o del Pepe que hace meses que no se ha tomado un chato de vino con sus amigos de toda la vida.
Los datos que resumen la vida de las personas en Andalucía son escalofriantes, la pobreza ha aumentado aun más durante los años PP-Ciudadanos-Vox y las listas de espera de los hospitales y los centros de salud siguen imparables. Se intenta hacer creer a las personas que no hay dinero y por eso no se puede hacer más, pero sí hay dinero y sí se puede hacer más: mucho más. Lo que faltan son los deseos de poner las necesidades de las personas por delante de los deseos de algunos políticos ¿Cómo? Está por aclarar una presunta mordida de 5 millones de euros en la compra de tests de antígenos, por ejemplo. El antiguo PSOE tampoco tiene un gran expediente que presentar, excepto que haya aprendido lecciones necesarias, que PP-Ciudadanos-Vox no han aprendido. Pero hay otras opciones, sin duda.
La campaña debería servir para algo más que para poner vayas publicitarias, usar las estadísticas con perversidad u organizar inauguraciones. Precisamente la campaña electoral está pensada para que la política se acerque a la ciudadanía como en ninguna otra ocasión, y esta oportunidad no deberían perderla las izquierdas para dos cosas: saber lo que las personas necesitan y explicar a las personas que se quiere hacer, y cómo, para que sus vidas sean mejores.
Las personas estamos cansadas de grandes palabras que no tratan de nuestras vidas pequeñas. Sobre todo están cansadas las personas cuyas vidas pequeñas tienen enormes sufrimientos. Andalucía está llena de sufrimientos y el tema es qué va a hacerse para que todo el mundo pueda vivir en una casa digna, llegue a fin de mes y no se muera en una lista de espera. Que sus hijos accedan a una educación que les permita salir de la pobreza y contribuir a una sociedad mejor.
Hay una parte de la política que se ha convertido en un congreso de viajantes de comercio y vendedores trajeados, como hay una parte de la sociedad que se pone su traje de vendedor de saldos para hablar de política, aunque no tenga otro traje y esté ya raído de viejo.
Devolver la ilusión es devolver la naturalidad y la honestidad en el trato, y volver al contacto personal. Andalucía ha estado demasiado tiempo gobernada por viajantes de comercio. Una campaña electoral puede llevar a ganar o perder las elecciones si se regresa a la conversación donde las personas puedan tomar parte y decir lo que sienten y cómo se sienten. El por qué de cómo se sienten se podría buscar juntos.
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