Empoderamiento y twerking

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11 de junio de 2018 a las 11:31h

El reggaetón está, a partes iguales, ensalzado y despreciado. Suena en todas partes pero a nadie le gusta. El caso es que uno de los agravantes de su difamación pública es el grado de sexismo que hay en sus letras, y es cierto. Yo lo comparto; confieso que me horroricé, como medio mundo, con las 4 Babys de Maluma. Sin embargo, hace poco la musicóloga Laura Viñuelas decía en el programa de radio Carne Cruda, sin negar que el reggaetón está repleto de machismo, que grupos encumbrados por crítica y público como los Rolling Stones o los Guns N' Roses también cuentan con una discografía repleta de referencias machistas en sus letras. Como apasionada del rock, me eché las manos a la cabeza, pero es verdad. Axl Rose canta en una de sus canciones más famosas: “I used to love her, but I had to kill her”. Y yo no me había dado cuenta hasta entonces.

No es mi intención defender el reggaetón como género musical. No se me ocurre escucharlo a no ser que sea en alguna fiesta. Su calidad deja mucho (tantísimo) que desear, en eso estaremos todos de acuerdo, y perpetúan una imagen de la mujer que no creo que a estas alturas ninguna persona cabal y sana vea con buenos ojos. Pero últimamente he observado que se da un fenómeno curioso.

Veréis, siempre me ha gustado bailar, incluso estudié danza profesionalmente un tiempo; así que, al ver que en mi gimnasio se impartían clases de zumba, no dudé en comenzar a asistir a ellas. Al principio, me sentía culpable, observaba una gran contradicción entre mi feminismo convencido y lo que yo disfrutaba en esas clases, bailando canciones de Maluma y de Daddy Yankee cuyas letras, si las aislaba, me resultaban espantosas. Me sentía menos feminista por ello.

Poco a poco, sin embargo, observaba que me sentía más empoderada con mi cuerpo, lo sentía más mío, y era gracias a esas clases, a que empezaba a soltar mi cuerpo  en un tipo de danza totalmente distinta al que he estado siempre acostumbrada y a bailar samba o twerking, por ejemplo. Y lo que es más: como yo, muchas mujeres bastante mayores que yo que se sienten liberadas ante la posibilidad de mover sin vergüenzas, durante una hora, un cuerpo por el que (aunque no se den cuenta de ello y por una razón u otra) han sufrido prejuicios durante toda su vida. Nos veo bailar y no creo que ninguna, ni por un momento, creamos en lo que está diciendo en sus letras el Pitbull de turno. Estamos concentradas en nuestro cuerpo.

Entonces es cuando me pregunto: ¿no es un modo de empoderamiento? ¿Hemos estado quitándoles su feminismo a las mujeres que disfrutan con ello? Como decía Laura Viñuelas, no hay que prohibir nada, sólo ser consciente de lo que escuchamos. Con esto no quiero decir que esas letras tengan que existir, ni mucho menos; pero sí que no nos dejemos de sentir menos feministas por disfrutar con algo con lo que, supuestamente, no deberíamos disfrutar. Y es que estamos continuamente azotándonos con el látigo de la culpabilidad; nos sentimos menos feministas si cedemos a los cánones estéticos, si consumimos revistas de moda, si vemos porno tradicional, si bailamos de una determinada manera... Nos estamos haciendo a nosotras mismas lo que hemos estado sufriendo durante años. Si bien tenemos que ser conscientes de nuestras contradicciones, de nuestros comportamientos machistas, también tenemos que dejarnos respirar.

Entiendo que este argumento mío de perogrullo despierte algunas iras; ni yo misma estoy muy segura a veces de lo que digo. Pero hace poco me he vuelto a reafirmar en él. Una amiga compartía conmigo un artículo en El Español sobre las Spanish Twerking, un grupo de chicas españolas bailarinas de twerking, en el que se justificaban, por así decirlo; vamos, que intentaban concienciar de que mover el culo no justifica una violación, entre otras verdades. Dicho así suena tan claro y conciso que parece una verdad irrefutable, ¿verdad? Pues cuando leí los comentarios y vi lo que se decía en ellos (y entre ellos, muchas mujeres), a su vez yo misma comenté para decir que criticando a unas mujeres que bailaban de una determinada manera le hacíamos un flaco favor al feminismo. Acto seguido recibí unas cuantas respuestas de hombres que me explicaban por qué eso no era feminismo y que era yo la que le hacía un flaco favor al feminismo defendiendo el twerking.

¿Se dan cuenta? El popular concepto de mansplaining que se hizo viral a raíz de los artículos de la escritora Rebecca Solnit nunca había estado más en boga. Así que sí, voy a defender que algo que empodere a las mujeres y que las haga sentirse más seguras de sí mismas sí es feminista.