Piedras cargadas de tiempo

La existencia humana parece ser un fugaz esfuerzo por crear orden en un universo que avanza inexorablemente hacia el caos

Piedras en el Barranco de la Fuente.
15 de noviembre de 2025 a las 16:45h

Hace 500.000 años estas rocas se desprendieron de la montaña matriz. Posiblemente, un poderoso cataclismo las hizo caer. Eran piedras filosas, ásperas, con aristas cortantes en mitad de un paisaje volcánico y yermo. El viento, el agua, los líquenes y, sobre todo, el tiempo —como entraña y motor de la existencia— redondearon sus filos hasta dejarlos amables... y posiblemente el proceso continuará durante eones, hasta que estas piedras sean arena de una playa que ya no pisarán los hombres.

Junto a estas piedras pudieron merodear hasta 25.000 generaciones de humanos (heidelbergensis, neanderthalensis y sapiens). Los hombres pasan, nacen y mueren, construyen civilizaciones y las agotan, mientras las piedras permanecen inmutables, sin cambios. Aparentemente eternas en la percepción humana... igual que nuestra existencia humana parece eterna para una mariposa monarca. Para nosotros, la roca dura siempre. Para la mariposa, nuestra vida es la que dura siempre.

El tiempo, esa cosa que modela la vida y que es la raíz de todo, nos hace reflexionar a veces. Sobre todo cuando nuestro tiempo vital se va agotando. Muchos hombres sabios han pensado en la naturaleza del tiempo y han tratado de encorsetarlo en memes entendibles. Pero, no sé, no creo que alcancemos a entenderlo realmente... no estamos hechos para entender el tiempo, nos faltan muchas neuronas.

Tenemos neuronas suficientes para cazar, huir, comer, procrear y hasta para pensar cosas extraordinarias y dejarlas a disposición de otras generaciones en forma de culturas y civilizaciones, es decir, creando un orden establecido sobre el caos... pero seguramente no hemos evolucionado para entender realmente el universo ni la naturaleza del tiempo. Somos muy poca cosa... somos apenas un chispazo de existencia frente a la duración de ese montón aleatorio de piedras que reposan desde hace 500.000 años.

Me senté encima de una de ellas y traté de percibir el tiempo en los cambios sutiles del bosque, en la hoja que cae, en el aroma que llega y se va, en los murmullos que se alejan, en la brisa que te roza... todo eso es tiempo cristalizado de varias maneras. A lo mejor el tiempo no pasa, sino que se construye con cada instante vivido y entonces, cada hoja que cae, cada palabra que pronunciamos, cada decisión política o personal, es un ladrillo en la arquitectura del tiempo. En realidad no sé si el tiempo pasa o se va creando conforme existimos.

Intenté sentir los eones que había debajo de mí, en la roca redondeada. No creo que la lagartija que tomaba el sol en la otra piedra se preocupara de esas cosas... de vez en cuando el viejo castaño de enfrente dejaba caer un erizo de castañas. El castaño parece que no tiene más opción que la de generar frutos otoño tras otoño. No puede huir... seguramente es feliz haciendo lo que sabe y debe hacer.

Nosotros sí podemos huir o decidir qué cosa hacemos... no somos un castaño, somos seres sintientes, y esa conciencia de sabernos efímeros es nuestra condena y nuestro privilegio: nos permite crear arte, filosofía y memoria, es decir, construir un orden opuesto al caos... aunque todo sea efímero frente a lo eterno de las rocas. La existencia humana parece ser un fugaz esfuerzo por crear orden en un universo que avanza inexorablemente hacia el caos.

Sí, el ser humano es una cosa extraordinaria. Casi siempre lo es. Pero luego, cuando bajas de la piedra y escuchas a Trump, Abascal o Díaz Ayuso se te cae el alma a los pies. Pasar del sublime cósmico a lo grotesco de lo humano, a esa pequeñez moral y política de algunos líderes, es demoledor. Somos una mierda por eones de evolución que pasen por nuestras entrañas... Que 500.000 años de evolución acaben encumbrando a engendros como Trump, Abascal o Díaz Ayuso es muy triste. No sé si me explico.